El Tren Maya divide a las comunidades y afecta la forma de vida tradicional, acusan indígenas de Quintana Roo

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Foto: AP

AP.- El ambicioso proyecto del Tren Maya está pensado para traer desarrollo a la península de Yucatán, sin embargo, a lo largo de la costa del Caribe amenaza al pueblo indígena maya por el cual fue nombrado y divide a las comunidades a las que debía ayudar.

Uno de los tramos controvertidos corta una franja de más de 110 kilómetros a través de la jungla entre los centros turísticos de Cancún y Tulum, y pasa sobre algunos de los sistemas de cuevas subterráneas más complejos y frágiles del mundo.

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Es uno de los proyectos emblemáticos del presidente Andrés Manuel López Obrador, y ha generado objeciones de ambientalistas, arqueólogos y espeleólogos, quienes han realizado protestas para impedir que las retroexcavadoras derriben árboles y dejen limpia la delgada capa de suelo.

Sin embargo, para los habitantes del pueblo Vida y Esperanza, en Quintana Roo y formado por unas 70 casas y 300 personas —la mayoría mayas—, el tren pasará justo frente a sus puertas. Temen que contamine las grutas que les proveen de agua, ponga en peligro a sus hijos y corte su acceso al resto del mundo.

A unos kilómetros de las hectáreas de árboles derribados donde se supone que correrá el tren, el arqueólogo y espeleólogo Octavio del Río señala la cueva Guardianes que se encuentra directamente debajo del trazo. El techo de piedra caliza de la cueva tiene sólo entre 60 y 90 centímetros de espesor en algunas partes, y seguramente colapsará bajo el peso de un tren a alta velocidad.

“Corremos el riesgo de que todo esto quede enterrado y esta historia se pierda”, dice Del Río. López Obrador califica a críticos como Del Río como “pseudoambientalistas” financiados por gobiernos extranjeros.

Como con sus otros proyectos emblemáticos, incluido un nuevo aeropuerto en Santa Lucía y una enorme refinería en el Golfo de México, el presidente eximió al tren de los estudios de impacto ambiental, y el mes pasado invocó un asunto de seguridad nacional para seguir adelante con la obra, lo que anuló las restricciones judiciales contra la obra.

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Muchos críticos dicen que la obsesión de López Obrador con los proyectos amenaza las instituciones democráticas de México. Pero el presidente responde que él solo quiere desarrollar la parte sur del país, históricamente pobre.

“Queremos aprovechar toda la afluencia turística que llega a Cancún para que en el Tren Maya se introduzcan a los estados del sureste y conozcan otras bellezas naturales que hay en Yucatán, Campeche, Chiapas, Tabasco”, que son estados vecinos pobres, “y, sobre todo, en las antiguas ciudades mayas”, dijo López Obrador a principios de este mes.

Sin embargo, los mismos mayas son personas que se ganan la vida a duras penas en el lecho de piedra caliza del bosque tropical seco. La antigua civilización maya alcanzó su apogeo entre el 300 y el 900 d. C., en la península de Yucatán y en partes adyacentes de Centroamérica, y son conocidos principalmente por construir sitios con templos monumentales como Chichén Itzá.

Los descendientes de los mayas aún viven en la península, muchos hablan ese idioma y visten ropa tradicional, además de conservar los alimentos, los cultivos, la religión y las prácticas de medicina tradicionales, a pesar de la conquista española en la región entre 1527 y 1546.

“Pues yo creo que no tiene nada de maya” el tren, dijo Lidia Caamal Puc, cuya familia llegó de la población de Peto, en el vecino estado de Yucatán, para asentarse aquí hace 22 años. “Muchos dicen que trae grandes beneficios. Pero nosotros como mayas que somos, que cultivamos la tierra, que vivimos de aquí, pues no vemos beneficio”.

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“Menos perjuicios porque nos están, ¿cómo le diré? Nos están quitando lo que tanto amamos: la tierra, en la que trabajamos y defendemos”.

Cuando los infantes de marina llegaron el mes pasado para comenzar a talar árboles en preparación para el tren en los límites de su comunidad, los residentes —a quienes no habían pagado por sus tierras expropiadas— les impidieron trabajar.

Jorge Sánchez, responsable del consejo de la comunidad y quien apoya al tren, reconoció que el gobierno “no había pagado a los afectados”, a pesar de que el gobierno ha dicho que recibirán una compensación.

Pero no se trata sólo del dinero, dijo Sánchez. “Va a haber empleos para nuestra gente”.

La línea del Tren Maya, de mil 500 kilómetros, recorrerá la península de Yucatán en un circuito irregular y conectará centros turísticos de playa con sitios arqueológicos. Pero en Vida y Esperanza, el tren atravesará directamente el estrecho camino de terracería de seis kilómetros que conduce a la carretera pavimentada más cercana.

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Durante más de dos años, comunidades mayas se han opuesto a la vía del tren y han presentado impugnaciones judiciales argumentando que el tren violó su derecho a un ambiente seguro y limpio, y a ser consultadas. En 2019, la oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos descubrió que las consultas que hizo el gobierno fueron defectuosas.

Y el asunto económico alrededor del tren y los ingresos turísticos que dejaría es complejo, en parte porque no se realizaron estudios de factibilidad creíbles. Se calcula que el proyecto cueste alrededor de ocho mil millones de dólares —aunque parece probable que aumente hasta 11 mil millones de dólares—, mientras que el gobierno calcula que generará nueve mil 500 millones de dólares en ingresos o “beneficios”.

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