Miles de mujeres se apropian del Zócalo y las calles de la Ciudad de México para conmemorar el 8M

Por Isabella González, Diana Higareda y Montserrat Peralta

Como cada 8 de marzo, miles de mujeres se manifestaron en la Ciudad de México para denunciar la violencia que enfrentan y para exigir el respeto de sus derechos.

Algunas armadas para romper cosas, muchas producidas para tomarse fotografías, pero todas listas para caminar los kilómetros que separan al Zócalo de los distintos puntos de donde salieron los contingentes.

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De la Estela de Luz al Ángel de la Independencia, del Monumento a la Revolución a la Glorieta de las mujeres que luchan, el morado y el verde de las playeras, los paliacates y los carteles inundaron la ciudad.

Desde las 11:00 de la mañana, grupos de mujeres comenzaron a llegar a Paseo de la Reforma y así, desde las 2:00 de la tarde, las primeras arribaron al Zócalo de la capital del país.

Muchos grupos de mujeres pasaron por la antigua Glorieta de Colón, donde el contingente de las madres de desaparecidos hablaron de sus hijos, antes de que ellas comenzaran oficialmente la marcha hacia la Plaza de la Constitución.

“Qué tristeza”, señaló Paty, de 62 años, al terminar de escuchar el testimonio de su tocaya, Patricia Mangas Pérez, cuyo hijo está desaparecido desde hace siete años.

Para Paty, la marcha de este año es la primera en su vida, y así lo rezaba el cartel que cargaba su hija, Mariana, de 33 años: “Esta es la primera vez que mi mamá marcha con todas nosotras”.

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Mariana cuenta que le parecía relevante que su mamá acudiera a la protesta porque “ella viene de una educación bastante machista“.

“Es importante que ella lo viva”, aseveró al preguntarle por su historia.

En el templete, donde también víctimas de violencia sexual relataron sus experiencias, una de las madres pidió a todas las mujeres que este día no sea sólo un festejo.

“Este día es un sueño hecho realidad, pero es importante hacerlo más fuerte. Acuerpen a todas las comisiones de búsqueda en los estados”, suplicó.

Mientras, algunas mujeres pasan sin mirar a las madres de los desaparecidos, pero muchas guardan silencio y se callan entre sí al caminar junto a ellas. Algunas también hacen pausa y permanecen unos minutos para escuchar a las madres y el trabajo que hacen investigando y buscando. Trabajo, que dicen, no hacen las autoridades.

A las 4:00 de la tarde, las madres parten para alcanzar a las demás en el Zócalo. Caminan entre las consignas de todos los años, las pancartas, las batucadas y los tendederos con fotografías y nombres de hombres acusados por violencia sexual. Caminan entre las fotografías de sus hijos y banderas de Palestina.

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“Escucha, idiota, las niñas no se tocan“, gritan varias mujeres por la calle 5 de Mayo al acercarse a Palacio Nacional. La consigna recuerda el caso de un presunto abusador sexual absuelto por un juez en el Estado de México con el argumento de que la víctima, una niña de cuatro años, no recuerda el día exacto en que ocurrió el suceso.

Para las 6:00 de la tarde, cuando las madres llegan al Zócalo, la plaza pública ya está a reventar. A esta hora, hay mujeres que se van, pero como muchas siguen llegando, la plancha no se vacía. Esta afluencia es la envidia de otras marchas y otras convocatorias para llenar el Zócalo.

La bandera no está, pero no hace falta. El lugar se convierte en un gran convivio, donde la minoría intenta sin éxito tumbar las vallas que resguardan Palacio Nacional y la Catedral y la gran mayoría descansa sentada en el piso.

Mientras tanto, en el templete, un grupo de mujeres exige al actual gobierno, y a la futura presidenta, que se detenga la violencia contra las mujeres y se trabaje por sus derechos.

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