Nobel de la Paz otorgados a mujeres iraníes con 20 años de diferencia revelan tensiones con Occidente

AP.- El Premio Nobel de la Paz otorgado a una activista iraní por los derechos de las mujeres fue una señal del apoyo internacional a los empeños en pro de la democracia en la república islámica, y a la esperanza de que el país pudiera cambiar desde adentro.

Eso ocurrió hace 20 años, y la ganadora, Shirin Ebadi, enfrentó un acoso que finalmente la obligó a huir del país. El viernes, el Comité Nobel noruego entregó su prestigioso Premio de la Paz a la colega de Ebadi, Narges Mohammadi, quien ha entrado y salido de prisión durante más de una década debido a su activismo en apoyo a los derechos de las mujeres y la democracia.

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Los premios son como los extremos que enmarcan un período en el que Irán y Estados Unidos han oscilado entre la confrontación y una posible reconciliación en torno a los límites al programa nuclear de Teherán, con tensiones que van en aumento desde que un acuerdo de 2015 se vino abajo. Durante esas dos décadas, los derechos de las mujeres han pasado al primer plano de las protestas en Irán.

La economía iraní ha estado por los suelos durante años debido a las sanciones impuestas por occidente, y la gente está enojada por la devaluación de su dinero y la corrupción gubernamental. Es un agudo contraste con respecto a hace 20 años, cuando todavía parecía haber una posibilidad de algo parecido a una distensión con Estados Unidos.

Se desvanece la oportunidad para un “diálogo entre civilizaciones”

Cuando Shirin Ebadi ganó su Nobel en 2003, la teocracia iraní —gobernada en forma vertical por su líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei— enfrentaba una lucha interna.

De un lado estaba el presidente de Irán, Mohamed Jatamí, un reformista que buscaba cambiar el gobierno del país desde dentro. Jatamí abogó durante mucho tiempo por un “diálogo entre civilizaciones” mientras buscaba mejores relaciones con el mundo, particularmente con Washington.

Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, los iraníes manifestaron su apoyo a Estados Unidos espontáneamente, y el gobierno de Jatamí señaló que ayudaría a cualquier piloto estadounidense derribado durante su ofensiva contra los talibanes en el vecino Afganistán.

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En el camino de Jatamí se interponían políticos de línea dura y miembros de las fuerzas de seguridad, que debilitaron su autoridad dentro del gobierno de Irán. La agencia de seguridad interna del país reprimió las protestas estudiantiles masivas que estallaron en 1999.

Cualquier intento de alcanzar una solución negociada con Washington se complicó aún más cuando el presidente George W. Bush etiquetó a Irán como parte de un “Eje del Mal”, junto con Corea del Norte e Irak, que Estados Unidos había invadido en 2003.

Jatamí dejó el cargo en 2005 debido a límites de mandato, y fue reemplazado por un gobernante muy diferente.

Tensiones nucleares y una elección disputa

El presidente iraní Mahmud Ahmadinejad se convirtió en una caricatura de las percepciones occidentales sobre los peores atributos de la República Islámica de Irán.

Bajo Ahmadinejad, el programa nuclear de Irán comenzó a avanzar lentamente hacia niveles de enriquecimiento de uranio apto para usar en armas, lo que preocupó a Occidente. Se sospechó que una serie de asesinatos selectivos contra científicos nucleares de Irán fueron llevados a cabo por Israel, su archirrival regional.

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Tan sólo unos años después de ganar el Premio Nobel por su activismo, Ebadi enfrentó un acoso cada vez mayor. No permaneció en Irán mucho más tiempo.

Tras la disputada reelección de Ahmadinejad en 2009, sus fuerzas de seguridad pusieron fin violentamente a las protestas del llamado Movimiento Verde. Ebadi, quien posteriormente se estableció en el Reino Unido, apoyó a los manifestantes desde lejos.

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