Por Enrique Pons Franco
La veda electoral es ese periodo sagrado que nuestros padres fundadores estimaron que debemos estar en un estado de calma y tranquilidad, sin que los políticos nos bombardeen con sus promesas y propaganda. En teoría, es una jornada de reflexión ¿Pero acaso realmente importa? ¿Tiene algún impacto en la toma de decisiones de los votantes? Entre más cerca nos encontramos del día de las elecciones, en la misma medida, la legislación electoral va cerrando los espacios de comunicación y en consecuencia, la libre expresión, sea de los votantes o de los llamados a ser votados.
En teoría, la veda electoral tiene como objetivo evitar la manipulación de los votantes y garantizar unas elecciones libres y justas. Se supone que durante este período, los candidatos deben mantenerse en silencio, las campañas deben detenerse y los medios de comunicación deben ser cautelosos al informar sobre asuntos políticos. Sin embargo, en la práctica, esta veda parece tener más de medida simbólica, que de un efecto real.
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En primer lugar, vivimos en una era en la que la información está al alcance de nuestros dedos. La medida intenta detener la influencia de los candidatos y los medios de comunicación, pero ¿acaso creemos que los votantes no pueden acceder a información por otros medios? Las redes sociales, los debates televisados previos a la veda, los discursos previos, toda esa información ya ha sido absorbida por los votantes. ¿Realmente pensamos que unos días de “silencio” cambiarán las percepciones y decisiones?
Además, la veda electoral parece ser más un periodo de descanso para los políticos, una pausa en su actividad. ¿Qué hacen los candidatos durante la veda? ¿Descansan? ¿Se relajan y esperan el día de las elecciones? Sólo ellos lo saben. Mientras tanto, los ciudadanos seguimos enfrentando los mismos problemas y desafíos de siempre. ¿Realmente creemos que unos días de silencio cambiarán nuestras realidades?
La veda electoral es como ese amigo que te dice: “Oye, no te preocupes por el examen final, mejor duerme y relájate”. ¡Claro, porque todos sabemos que dormir y procrastinar es la mejor forma de obtener buenos resultados! En su justa dimensión, es exactamente lo mismo con las elecciones. ¿Para qué preocuparse por informarse y reflexionar sobre el futuro en el que todos vamos como en un mismo barco? Mejor dejemos todo en manos del destino. Después de todo, votar a ciegas es mucho más emocionante y aventurado. ¿Quién necesita responsabilidad cívica cuando puedes hacerlo al azar?
Si vamos un poco más allá, la irrelevancia de la veda electoral radica en el hecho de que los votantes deberían tener la capacidad de tomar decisiones informadas en todo momento. No deberíamos depender de un período específico para reflexionar sobre nuestras opciones y analizar las propuestas de los candidatos. La participación ciudadana debería ser constante y no depender de un cronograma impuesto por el Estado, el cual, de la forma en que está diseñado, impone también restricciones a un derecho humano fundamental: la libertad de expresión.
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Me pregunto, ¿acaso alguien piensa que los políticos van a dejar de ser políticos sólo porque hay una veda electoral? ¡Claro que no! Si hay algo que sabemos con certeza es que siempre se encontrará la manera de hacerse notar, ya sea a través de declaraciones sutiles, guiños y mensajes subliminales, o incluso con una simple fotografía en la prensa. No importa cuántas restricciones impongan, siempre se encontrará la forma de decir “¡aquí estoy!”, sin violar las normas.
En tanto, los ciudadanos quedamos en un estado de confusión e incertidumbre. ¿Cómo se supone que debemos tomar decisiones informadas sin tener acceso a la información completa? ¿Debemos adivinar las propuestas de los candidatos a través de una bola de cristal? La veda electoral es como tratar de correr una carrera sin zapatos, nos deja cojeando en nuestro camino final hacia las urnas.
Además, como dije previamente, la veda electoral no solo limita la información, sino que también restringe la libertad de expresión. ¿Acaso no tenemos derecho a discutir y debatir sobre los temas políticos en el momento en que más importan? La democracia se basa en la participación ciudadana y el intercambio de ideas, y la veda electoral parece ser una violación a ese principio fundamental.
En resumen, las vedas electorales son como un mal chiste que no tiene gracia. Limitan la información, coartan la libertad de expresión y nos dejan en un estado de incertidumbre. Si queremos una verdadera democracia, debemos fomentar la participación ciudadana constante y garantizar que los ciudadanos tengan acceso a la información en todo momento. Porque al fin y al cabo, y parafraseando a Groucho Marx, tal parece que nuestras leyes electorales son el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.
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Por último, la veda puede parecer una medida importante en teoría, pero en la práctica, su impacto real es cuestionable. De hecho, no conozco ningún estudio serio sobre la eficacia de la medida, y lo que sí, son una cantidad enorme de denuncias y litigios, porque es el momento en el que todos los partidos políticos están pendientes de lo que diga su rival para denunciarlo ante las autoridades, pero de eso, ningún beneficio real hay para los ciudadanos. Los votantes tienen acceso a información previa, los políticos descansan y la realidad de los ciudadanos no se detiene. Por lo tanto, debemos enfocarnos en la participación ciudadana constante y en tomar decisiones informadas en lugar de esperar a que nos lleve la veda.
Te espero Twitter como @enrique_pons. Nos leemos la próxima semana.