La masacre de Tulsa, 100 años de olvido para la comunidad afroamericana en EU

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Vista del vecindario de Greenwood el 1 de junio de 2021, después de la masacre racial en Tulsa, Oklahoma. Foto: Reuters

Cuando el humo se disipó el 1 de junio de 1921, el recuerdo de las llamas y los muertos fue tan terrible como las décadas durante las que el gobierno guardó silencio. Tulsa, Oklahoma, conmemora hoy la mayor masacre racial en la historia reciente de Estados Unidos, cuando una turba de blancos incendió y saqueó por completo Greenwood, uno de los barrios afroamericanos más adinerados de entonces en el país.

El horror comenzó tras un encuentro en un elevador en el que una adolescente blanca, Sarah Page de 17 años, acusó de agresión a Dick Rowland, afroamericano de 19 años que trabajaba como limpiabotas.

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Entre la noche del 31 de mayo y el 1 de junio de 1921, un multitud de blancos, muchos de ellos apoyados por las autoridades locales, arrasó, saqueó y quemó más de mil 200 viviendas de ese barrio en Tulsa, conocido como el Black Wall Street por su prosperidad económica tras el fin de la esclavitud medio siglo atrás.

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Vista aérea del barrio de Greenwood en ruinas. Imagen del archivo de Cruz Roja Nacional Estadounidense, Biblioteca del Congreso. Foto: Reuters

Una masacre apoyada por la policía

Aunque ha habido un progreso innegable en la relación entre la policía de Tulsa y la comunidad afroamericana de la ciudad desde los hechos ocurridos hace 100 años, aún hay quejas sobre la parcialidad policial y la falta de suficientes agentes de minorías.

En 1921, décadas antes del Movimiento por los Derechos Civiles, el departamento de policía de Tulsa le proporcionó armas a la turba que atacó el Black Wall Street. Numerosos informes describen a hombres blancos con insignias prendiendo fuego y disparando a los afroamericanos como parte de la invasión de Greenwood, el distrito comercial afroamericano más rico de la época. Según un artículo de Associated Press publicado en aquella época, los cientos de afroamericanos que fueron expulsados ​​de sus hogares gritaban “¡No disparen!” mientras se lanzaban y corrían a través de las llamas.

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Camión lleva soldados y afroamericanos cerca del Hotel Litan. Imagen del archivo de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP). Foto: Reuters

Nunca hubo detenidos

Se desconoce el número exacto de muertos en la masacre de Tulsa porque en ese entonces nadie quiso investigarla, aunque ahora los historiadores estiman que hubo al menos 300 fallecidos.

Ni una sola persona fue detenida o enfrentó cargos por lo sucedido y nunca se pagó compensación a las familias que perdieron sus casas, sus negocios y sus pertenencias. Treinta y cinco cuadras fueron incendiadas y los daños ascendieron a millones.

“Lo sucedido en Tulsa es esencial para entender la experiencia de los afroamericanos en este país, donde han sido objeto de violencia por los blancos supremacistas desde el comienzo”, dijo a la agencia Efe la historiadora Brenda Stevenson, profesora de estudios afroamericanos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).

Greenwood era una “comunidad vibrante”, apuntó la historiadora, estaba compuesta por gente que estaba “solo a una o dos generaciones -como máximo- de la esclavitud“, y que había logrado crear “un distrito muy exitoso, una clase media muy sólida, con su propia vida social, teatros, iglesias, escuelas”.

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Las ruinas del edificio Woods en Greenwood. Imagen del archivo de Cruz Roja Nacional Estadounidense, Biblioteca del Congreso. Foto: Reuters

La masacre de Tulsa ejemplifica “la noción persistente de que los afroamericanos son prescindibles, que nuestros logros pueden ser borrados, que nuestra historia puede ser suprimida”, dijo Stevenson.

“Lo que querían los asaltantes blancos en 1921 era recalcar que si los afroamericanos van a vivir en nuestra sociedad, lo van a hacer como inferiores. No van ser económica o culturalmente iguales”, aseguró.

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La masacre que fue ignorada

Durante décadas, las gobiernos locales, estatales y federales miraron para otro lado, y fue hasta 2001 que la comisión creada por el estado de Oklahoma para documentar los hechos reconoció que la propia policía de Tulsa suministró armas a la turba.

Mary Elliott, comisaria del Museo de Historia y Cultura Afroamericana en Washington, identificó como causas de este prolongado silencio al “miedo a la amenaza de más violencia”, así como a “la gente que huyó, los miles que se fueron” y a que para “quienes vivieron esa experiencia, contarla es casi volver a vivirla”.

“Y, por supuesto, la gente responsable de la violencia también la quiso enterrar, del mismo modo que enterraron los cadáveres, sabiendo que es un trauma del que nadie va a querer hablar”, explicó Elliott.

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El humo se eleva de los edificios durante la masacre en Tulsa, del archivo de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP). Foto: Reuters

De la masacre solo quedan tres supervivientes, todos ellos niños entonces. Una de ellas, Viola Fletcher, de 107 años, quien compareció en marzo ante el Congreso, donde recriminó el olvido vivido.

“Nuestro país puede olvidar esta historia, pero yo no puedo. No lo haré, y otros supervivientes no lo harán, nuestros descendientes no lo harán”, dijo a los legisladores.

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“Las consecuencias de eso es una especie de mentira que nos decimos colectivamente acerca de quiénes somos como sociedad, quiénes hemos sido históricamente, que establece algunas de estas cosas como aberraciones, como excepciones de lo que entendemos que es la sociedad. que partes endémicas o intrínsecas de la historia estadounidense”, dijo Joshua Guild, profesor asociado de historia y estudios afroamericanos en la Universidad de Princeton.

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Escombros, muebles y casas arrasadas hasta los cimientos. Imagen del archivo de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP). Foto: Reuters

Eventos terribles que muchos estadounidenses no conocen incluyen el ataque en el río Snake, en Oregón, en 1887, donde 34 mineros de oro de origen chino fueron asesinados, y la masacre de Sand Creek, Colorado, en 1864, en la que cerca de 230 miembros de los cheyenne y arapaho fueron asesinados por soldados estadounidenses. Otros están en la historia moderna, como el bombardeo de la policía de Filadelfia a la sede de la organización afroamericana MOVE, en 1985, en la que murieron 11 personas.

La Sociedad Histórica de Oklahoma cuenta con una vasta recopilación de fotos, testimonios y grabaciones sobre los hechos de Tulsa. En el video a continuación se narra el viaje hacia Liberia, África (1914), el regreso a Oklahoma y la masacre de Tulsa (1921), con testimonios recabados en 1974, así como las acciones del Ku Klux Klan y la lucha por los derechos civiles.

Joe Biden será el primer mandatario en el cargo que acudirá a Tulsa en esta fecha y lo hace después de la ola de protestas contra el racismo y brutalidad policial, conocido como el movimiento Black Lives Matter, que se vivió en Estados Unidos en el último año, desencadenadas por el asesinato de George Floyd a manos de un policía blanco en Minneapolis, Minnesota, el 25 de mayo de 2020.

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Racismo sistémico en Estados Unidos

En una encuesta de Gallup realizada en Tulsa en 2018 solo el 18% de los afroamericanos dijeron que confían mucho en la policía, en comparación con el 49% de los residentes blancos. El 46% de los afroamericanos indicaron que “no confían nada en absoluto” en el Departamento de Policía, en comparación con el 16% de los blancos.

Según el Tulsa Equality Indicators de 2020, elaborado en asociación entre la ciudad y el Community Service Council, los jóvenes afroamericanos tenían tres veces más probabilidades de ser arrestados que los jóvenes blancos. Los adultos afroamericanos tenían 2.54 veces más probabilidades de ser arrestados que los adultos blancos y 2.65 veces más probabilidades de experimentar el uso de la fuerza.

En las décadas de 1950 y 1960 había más oficiales afroamericanos, y eso fomentó el sentimiento de asociación. En 2019, según el informe anual del departamento, sólo el 8.4% eran afroamericanos, en comparación con el 15.1% de la población general de la ciudad.

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Entrada a un campamento de refugiados en el recinto ferial después de la masacre. Imagen del archivo de Cruz Roja Nacional Estadounidense, Biblioteca del Congreso. Foto: Reuters

En 2016, la entonces oficial de Tulsa, Betty Shelby, disparó y mató a Terence Crutcher, un afroamericano que estaba desarmado. Shelby, una mujer blanca, fue absuelta de homicidio involuntario. Fue reasignada en el departamento antes de renunciar. Para la comunidad afroamericana, que creció aprendiendo lo que sucedió en Greenwood, el asesinato de Crutcher devolvió el dolor a la superficie.

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“Creo que el asesinato de mi hermano realmente desenterró un siglo de tensión racial aquí en Tulsa”, dijo la hermana gemela de Terence, Tiffany Crutcher. La mujer dijo que la relación entre la policía de Tulsa y la comunidad aún es tensa. “La relación no es nada buena. Allí no hay confianza “.

Crutcher fundó la Fundación Terence Crutcher con el objetivo de erradicar el miedo y la desconfianza entre la comunidad afroamericana y las fuerzas del orden y ha llevado su lucha más allá de Oklahoma. Algunas de sus recomendaciones están incluidas en la Ley de Justicia en la Policía de George Floyd que está detenida en el Senado.

Los asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor o Ahmaud Arbery, ocurridos en 2020, se convirtieron en símbolo de la lucha del movimiento Black Lives Matter.

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Miembros de la Guardia Nacional con una ametralladora montada en la parte trasera de un camión en las calles de Tulsa. Colección del Museo Smithsonian. Foto: Reuters

Con información de AP y EFE

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