Este jueves se publicaron en Francia más de 160 cartas y telegramas que Antoine de Saint-Exupéry y su esposa Consuelo intercambiaron entre 1930 y 1944, junto a fotografías y dibujos de ambos.
Pese a que vivieron una relación tormentosa debido al temperamento inestable del autor de El Principito, las misivas muestran un intercambio de afectos.
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Por ejemplo, la primera misiva corresponde a uno de sus primeros encuentros, en Buenos Aires, donde se conocieron ya que Consuelo era de origen salvadoreño.
“Recuerdo una historia no muy antigua, la cambio un poco: érase una vez un niño que había descubierto un tesoro. Pero este tesoro era demasiado bonito para un niño que no podía comprenderlo con los ojos y cuyos brazos no podían contenerlo. Por eso, el niño se volvió melancólico”, dice la carta.
Esas líneas se parecen al inicio de El Principito, obra de la que Saint-Exupéry no conoció exitosa ya que murió un año después de su publicación.
El escritor murió sin descendientes ni testamento, por lo que Consuelo tuvo que llegar a un acuerdo con la familia de Saint-Exupéry para la sucesión de bienes.
A Consuelo le otorgaron la mitad de los ingresos derivados de la obra y a la familia de Saint-Exupéry la otra mitad.
Al morir Consuelo, en 1979, legó sus derechos a su secretario, el español José Martínez Fructuoso. Y comenzó un pleito con la familia a través de los tribunales.
Martínez Fructuoso fue condenado en 2008, tras haber publicado escritos de Saint-Exupéry en la obra Antoine y Consuelo de Saint-Exupéry, un amor de leyenda.
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Pero en 2014, los integrantes de la familia del autor debieron pagarle parte de los ingresos obtenidos por unos dibujos animados de El Principito.
Con la publicación de la correspondencia parece que se mantiene la armonía entre ambas partes. Hay dos prefacios: el de la viuda del secretario, Martine Martínez, y el de Olivier d’Agay, sobrino nieto de Saint-Exupéry.
