EFE.- Los actos de violencia sexual atribuidos a Hamás se han convertido en el Consejo de Seguridad de la ONU en un episodio más de la batalla por la narrativa que tiene lugar entre israelíes y palestinos, con las grandes potencias alineándose con sus respectivos aliados.
Israel envió a Nueva York al ministro de Exteriores, Israel Katz, quien viajó acompañado de familiares de las víctimas de los ataques del 7 de octubre, y ni siquiera se reunió con el secretario general, António Guterres, un síntoma más de las agrias relaciones que mantiene el estado hebreo con la ONU y la mayoría de sus instituciones.
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La sesión de este lunes fue convocada, a petición de Israel, por tres potencias occidentales: Estados Unidos, Reino Unido y Francia, y consistió en una intervención de la representante especial del secretario general para la violencia sexual en conflictos, Pramila Patten, que releyó las conclusiones que ya presentó la pasada semana de una reciente visita a Israel.
Patten aseguró así tener "información clara y convincente de violencia sexual, incluyendo violación, tortura sexual y trato degradante, cometida contra los rehenes".
Además de indicios que indican que estas puede seguirse produciendo, así como episodios de violación colectiva durante los ataques del 7 de octubre, pero también dijo que ello "no justifica el castigo colectivo del pueblo de Gaza".
Como sucede con tantos otros conflictos, Estados Unidos, Reino Unido y Francia alabaron la intervención de Patten y condenaron la violencia sexual cualquiera que sea su origen, aunque la representante de Estados Unidos, Linda Thomas-Greenfield, advirtió contra las "falsas equivalencias" de juzgar por igual los actos de Israel, "una democracia", y "la toma de rehenes de una organización terrorista".
Fueron los representantes de China y Rusia los que marcaron distancias con el informe de Patten: la representante rusa adjunta, Maria Zabolotskaya, puso en duda "la reputación, conocida por usar falsedades en el curso de su trabajo, lo que ciertamente socava la confianza en sus conclusiones".
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Zabolotskaya dijo sorprenderse de que la ONU haya mandado una misión a Israel a estudiar las acusaciones de violencia sexual a petición de su gobierno, pero no haya encontrado tiempo para estudiar el caso de los 7 mil 500 palestinos detenidos en estos meses de guerra sin un debido proceso ni acusación concreta por parte de Israel.
El representante adjunto de China, Geng Shuan, no quitó credibilidad a Patten, pero insistió por su lado "en los daños indecibles de las mujeres de Gaza en cinco meses de guerra en los que han muerto 9 mil madres e hijas, y miles más están desaparecidas, sin acceso al material más básico de supervivencia".
El embajador palestino ante la ONU, Riyad Mansour, se indignó porque las acusaciones de violencia sexual de Israel presentadas durante años hayan sido ignoradas por el Consejo de Seguridad, mientras que a la primera ocasión consigue que el Consejo convoque de urgencia una sesión al respecto.
Mansour advirtió contra la habilidad israelí de difundir falsedades, y puso varios ejemplos: los bebés decapitados, el cuartel general de Hamás bajo el Hospital Al Shifa o la mujer embarazada a la que Hamás presumiblemente había abierto viva para extraer su feto y matarlo delante de ella, y apuntó al "daño irreparable que causan en el tiempo que tomamos para refutarlos".
El ministro israelí de Exteriores, que cerró el acto, estuvo particularmente moderado, e incluso se tomó su tiempo para felicitar el ramadán a los musulmanes y pedir al mundo que no equipare a Hamás con el islam, y que aplique con Hamás toda la presión posible para que libere a los rehenes en su poder.