Por Jaime Luis Brito / Corresponsal
Cuernavaca.– El obispo de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, que fue secuestrado durante 36 horas entre el sábado y domingo pasados, además, fue drogado con cocaína y benzodiazepina por sus captores, según revelaron los estudios médicos que le fueron practicados en el Hospital General de Cuernavaca "José G. Parres".
De acuerdo con fuentes del hospital, se trató de una combinación de estimulantes y relajantes que mantuvieron al prelado aturdido a lo largo de su cautiverio, e incluso cuando fue abandonado a su suerte, para luego ingresar al hospital público, alrededor de las 10:00 de la noche del domingo 28 de abril.
Horas después de que ingresó al hospital, su abogado adelantó que al parecer sus captores le dieron algún tipo de droga.
El prelado habría dejado su casa en el fraccionamiento Las Fincas de Jiutepec, Morelos, cerca de las 8:00 de la mañana del sábado.
De acuerdo con la reconstrucción de hechos, el obispo al salir de su casa dejó su teléfono celular cargando. En su recorrido, en algún punto fue capturado y luego le vaciaron sus tarjetas bancarias con diversos retiros en cajeros automáticos. Estos retiros fueron reportados por mensaje de texto al teléfono celular que se encontraba en su casa.
Fue así como su chofer y otros colaboradores se dieron cuenta de que algo estaba mal.
No obstante, la denuncia por su desaparición fue puesta por el sacerdote Juan Ricardo Negrete Cárdenas, uno de los colaboradores cercanos del obispo.
De acuerdo con la copia de la denuncia, que está en poder de Latinus, el teléfono de Rangel Mendoza registró varios retiros bancarios a lo largo del sábado y uno la noche del domingo. Nadie lo sabía para ese momento, el obispo ingresó a las 10:00 de la noche en calidad de desconocido al hospital Parres.
La denuncia se presentó alrededor de las 10:00 de la mañana del lunes ante la fiscalía de Morelos.
Por la tarde, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) emitió un comunicado en el que confirmó lo que ya corría como rumor, que el obispo había desaparecido desde el sábado.
Al darse a conocer la noticia, médicos del nosocomio reconocieron al obispo que seguía en calidad de desconocido, y de inmediato dieron aviso a las autoridades.
El obispo no se había identificado, pues se mantenía en un estado de letargo y aturdimiento, según confirmaron fuentes del hospital. Además de los efectos de las drogas que le habían suministrado sus captores, el obispo tiene desde hace años diversos padecimientos.
Alrededor de las 5:00 de la tarde del lunes, el fiscal de Morelos, Uriel Carmona Gándara, confirmó que se había identificado al prelado en el hospital Parres. De inmediato, la CEM también confirmó el hallazgo, ya para entonces, personal de la Diócesis de Cuernavaca se había trasladado al hospital y atendía en lo posible al obispo que se mantenía en el mismo estado de shock.
Los exámenes médicos practicados en ese hospital confirman que fue expuesto a un coctel de sustancias que incluyeron cocaína y benzodiazepina. La primera es una estimulante, la segunda es utilizada por los médicos para relajar los músculos y combatir el insomnio, según se pudo saber en fuentes médicas.
De acuerdo con médicos consultados, se requiere de hasta 72 horas para poder desintoxicarse de dichas sustancias y es por eso que aún no se cuenta con una declaración formal, no al menos pública, del prelado.
A ello hay que agregar que el prelado también presentaba un cuadro de deshidratación severa, lo que también pudo contribuir al aturdimiento y otros síntomas.
El lunes por la noche, como informó Latinus, personal de la Diócesis y del Episcopado solicitaron el “egreso voluntario” del obispo Salvador Rangel, quien fue trasladado al Hospital Morelos, una institución privada, donde sigue convaleciente al menos hasta la tarde de este miércoles.
El obispo tiene 78 años, desde hace tres años se retiró del obispado y se trasladó a vivir a una casa, presuntamente prestada, ubicada en el fraccionamiento Las Fincas de Jiutepec, Morelos.
Ello no le impide que siga acudiendo frecuentemente al estado de Guerrero, donde hace unos meses buscó, como ha sido su estilo desde que estuvo en Huejutla, Hidalgo, un diálogo y la promoción de una tregua entre los grupos del crimen organizado.