La madrugada del 25 de octubre de 2023, el huracán “Otis” impactó el puerto de Acapulco con vientos que superaron los 270 kilómetros por hora, dejando tras de sí una estela de destrucción considerada la más costosa y destructiva en la historia de México. 

Hoy, un año después, la recuperación avanza lentamente, con comunidades que aún luchan por restablecer sus vidas ante la falta de servicios básicos y la infraestructura devastada. Entre las secuelas de aquel fenómeno están la escasez de agua, electricidad y gas, y la ausencia de condiciones adecuadas en viviendas, escuelas y negocios.

Los testimonios de los damnificados reflejan el trauma de haber enfrentado un desastre de tal magnitud y la incertidumbre de una reconstrucción que no termina. Vecinos como Sergio Guillén y Juan Hernández reviven la noche en que lograron sobrevivir, mientras que madres de familia y maestros, como en la comunidad de Barra de Coyuca, lamentan la falta de respuestas gubernamentales para sus hijos, quienes aún reciben clases en espacios improvisados. 

La zona turística también sigue en ruinas, con sitios como Puerto Marqués y la zona Diamante, sumidos en el abandono y sin turismo, su principal fuente de ingresos. El huracán “John”, en septiembre pasado, añadió más daños a una región aún en recuperación, profundizando la crisis. La pregunta de miles de acapulqueños sigue siendo la misma: ¿Cuánto tiempo más esperarán para ver a Acapulco de pie?

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