El presidente Joe Biden ordenó este martes una medida expansiva en año electoral para ofrecer la posibilidad de naturalización a cientos de miles de migrantes que viven en Estados Unidos sin estatus legal, en un intento de equilibrar las agresivas restricciones en la frontera que anunció recientemente y que indignaron a activistas y a muchos legisladores demócratas.
La medida, anunciada por la Casa Blanca esta mañana, permite que los migrantes que están casados con estadounidenses, pero que no tienen un estatus legal en Estados Unidos, puedan iniciar el proceso para obtener un permiso de residencia sin tener que salir del país.
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La medida podría afectar a casi medio millón de migrantes, según funcionarios gubernamentales.
El gobierno espera que el plan de regularización anunciado entre en vigor este verano y concederá a los migrantes la oportunidad de dar solo el primer paso en el proceso para conseguir permiso de residencia en Estados Unidos, que puede prolongarse por años.
Los migrantes que podrán beneficiarse de este programa han vivido en Estados Unidos por un promedio de 23 años, según datos del Departamento de Seguridad Nacional.
Para solicitar este recurso, la persona tiene que haberse casado con un ciudadano estadounidense antes del 17 de junio de 2024, haber vivido en el país al menos 10 años y no haber sido deportado.
"No estoy interesado en hacer de la inmigración y de la frontera un juego político", aseguró en un evento en la Casa Blanca al que acudieron legisladores, funcionarios y activistas en pro de los derechos de los migrantes.
La nueva política migratoria es una de las más importantes desde que la administración de Barack Obama creó en 2012 el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, en inglés).
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El discurso de Biden tuvo lugar, precisamente, en un evento para celebrar los 12 años de DACA, que ha permitido a más de 800 mil personas obtener un permiso de trabajo y la posibilidad de estar protegidas frente a la deportación.
Durante su intervención, el presidente retomó la retórica en defensa de los migrantes que ayudó a llevarlo a la presidencia, matizada bajo un apoyo de las restricciones al asilo en la frontera con México que promulgó hace dos semanas.
El mandatario se defendió ante las críticas a sus políticas de mano dura con la migración desde territorio mexicano, que han provenido de organizaciones como la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y Amnistía Internacional, así como el sector más progresista de su propio partido.
"Me rehúso a creer que para seguir (…) abrazando la migración hay que renunciar a tener una frontera segura", dijo.
Biden reconoció además que "la buena fe de los estadounidenses está puesta a prueba por sus miedos sobre la frontera".
"No entienden mucho" de lo que sucede en esa región, subrayó, acusando al expresidente Donald Trump de estar capitalizando esos miedos para promover una retórica xenófoba.
La ceremonia tuvo lugar en la Sala Este de la Casa Blanca, que se llenó no solo con beneficiarios del programa DACA, sino también con ciudadanos a los que va dirigida la nueva medida.
Rodeando al mandatario en el estrado, además de la primera dama, Jill Biden, había legisladores de su propio partido e integrantes de su gobierno; entre ellos, el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, y senadores de origen latino como Veronica Escobar y Nanette Barragán.
El discurso, interrumpido en varias ocasiones por aplausos y el público en pie, provocó lágrimas entre algunos presentes y concluyó con abrazos agradecidos.
La gestión de la migración se ha convertido en un tema central para los estadounidenses de cara a las elecciones generales de noviembre, en donde Biden se enfrentará a Trump.
Con información de EFE y AP