EFE.— La libertad de prensa también se juega su futuro en las próximas elecciones presidenciales, tras una campaña en que el candidato republicano, el expresidente Donald Trump, ha atacado sin descanso a los medios de comunicación convencionales justo cuando estos sufren una grave crisis existencial por la caída del negocio y la irrupción de las redes sociales.
En Estados Unidos, la libertad de prensa y de expresión en general está consagrada en la primera enmienda de la Constitución, y la prensa ha cumplido históricamente un papel de fiscalización y contrapeso –el llamado Cuarto Poder– que ha costado la carrera a más de un político y hasta a presidentes como Richard Nixon.
Contactadas por EFE, tanto el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, siglas en inglés), como la sección estadounidense de Reporteros Sin Fronteras (RSF) coinciden en la importancia que puede tener para el futuro inmediato de la prensa la línea política del próximo gobierno estadounidense, y coinciden en que las perspectivas son más preocupantes en el caso de una victoria de Trump.
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Así, RSF recuerda que Trump ha atacado a la prensa verbalmente más de 100 veces en los pasados dos meses –más de dos veces por día–, y ha amenazado con utilizar las armas a su disposición una vez llegado al gobierno para castigar a los medios críticos.
En sus mítines, es habitual que Trump denigre a la prensa llamándola genéricamente "fake news" (noticias falsas) y arengando a sus simpatizantes para que abucheen a los periodistas presentes.
No es casual que la confianza en los medios sea la más baja nunca registrada, según Pew Research, y esto se agudiza entre votantes republicanos. "No puede atribuirse por completo a Trump, pero sin duda él ha contribuido", recuerda RSF.
La organización nacida en Francia recuerda que un presidente puede, tanto por su tono como por las medidas que impulse, tener un papel muy relevante en la protección de la libertad de prensa, y pone como ejemplo positivo el del actual gobierno de Joe Biden, que publicó una especie de guías para la policía en la que se definía cómo los agentes del orden deben tratar a los medios durante los disturbios.
En cuanto al CPJ, que enfatiza que su trabajo es salvaguardar la seguridad de los periodistas, reconoce también estar "preocupados por el acoso y las declaraciones de amenaza contra los miembros de los medios por parte de Trump, tanto durante su gobierno como en la actual campaña, lo que va creando un entorno aún más hostil para los medios".
Difícil desactivar la creciente tensión electoral
Y teme que "cualquiera que sea el resultado, sea difícil desactivar la creciente tensión en el periodo postelectoral, y que estos excesos afecten luego negativamente a los medios".
Además, la retórica incendiaria usada contra los periodistas cada vez con más frecuencia en los periodos electorales "distrae la atención de otras discusiones más serias sobre temas políticos que afectan a millones de estadounidenses", recuerda el CPJ.
Estos ataques y el desprestigio de la prensa tradicional corren en paralelo al creciente poder de las redes sociales, que paulatinamente están ocupando el lugar de los medios a la hora de conformar la opinión pública: son las redes las que "viralizan" los contenidos y las que marcan así la agenda de los políticos.
Así sucedió con el reciente comentario de un telonero de Trump sobre Puerto Rico como una "isla de basura flotante", o cuando Trump afirmó que los haitianos en Springfield "se comen a los perros y los gatos": un aluvión de chistes, memes y canciones obligó a los candidatos a adaptar sus argumentos a cuestiones que han desviado la atención de los grandes problemas.
Y mientras tanto los medios de comunicación tradicionales, en un esfuerzo por recuperar terreno en un mundo tan cambiante, ya no saben si apoyar a un candidato les sirve para ganar o perder credibilidad. El Washington Post, por lo pronto, lo que sí ha perdido son 250 mil abonados por haberse negado su propietario Jeff Bezos a dar su apoyo a Kamala Harris.