AP.- Como muchos estadounidenses, Ricky Hurtado tenía planes para este verano.
En marzo lanzó oficialmente su primera candidatura a un cargo público, y esperaba pasar los días del verano llamando a puertas, sosteniendo folletos de campaña y defendiendo sus propuestas ante los votantes. Iba a demostrar que el hijo de 31 años de inmigrantes salvadoreños podía dar voz a los latinos, incluso en Carolina del Norte, una parte de Estados Unidos fiel a Donald Trump.
Pero esta es una historia de esperas, y de rodeos en el camino al poder.
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El coronavirus trastocó su campaña demócrata a la cámara estatal. Hurtado dejó de visitar casas. Lo más cerca que estaba de sus posibles votantes eran los dos metros o más que dejaba cuando colaboraba como voluntario en comedores populares o en puestos para hacer pruebas diagnósticas. Y aún así, se contagió del virus.
En todo Estados Unidos, el brote de coronavirus está complicando el difícil ascenso de los latinos en política. La enfermedad ha infectado de forma desproporcionada a los latinos e impedido que algunos votantes se registren para las elecciones presidenciales de noviembre.
En Carolina del Norte, apenas se han sumado 5 mil latinos al censo electoral desde mediados de marzo, menos de la mitad de los que se incluyeron en el mismo periodo hace cuatro años.
El virus y su impacto en la economía golpean más fuerte a los latinos, justo cuando marcan un hito. Por primera vez, habrá más latinos en condiciones de votar que representantes de cualquier otra minoría: 32 millones, según proyecta el Centro de Investigaciones Pew.
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Los ciudadanos de ascendencia latinoamericana siempre parecen a punto de hacer realidad su potencial electoral en las urnas, pero su impacto se ve afectado por una escasa participación y por un Colegio Electoral que favorece a los estados con mucha población blanca.
En el 2016, menos de la mitad de los latinos que podían votar lo hicieron y el país eligió a un presidente que prometía erigir un muro en la frontera con México y que usó su oposición a la inmigración ilegal como tema de campaña.
Mientras que estados con numerosos hispanos como California, Florida y Nevada fueron clave en elecciones pasadas, Carolina del Norte representa el futuro. El estado tiene un millón de latinos, pero dos tercios -la segunda tasa más alta del país- no pueden votar porque son menores de 18 años o no tienen la ciudadanía.
En el condado de Alamance, entre las viviendas unifamiliares y los bosques que cubren de Raleigh a Greensboro, hay tres latinos que no pueden votar por cada uno que puede.
Durante décadas, esas cifras suponían que el aumento de la población latina en el estado no iba acompañado de poder político. De hecho, tenían el efecto contrario porque generaban resentimiento y quejas, ya que los políticos explotan la inmigración con fines electorales.
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Ahora, los hijos de los inmigrantes alcanzan la mayoría de edad.
“En realidad todo depende de mí”, comentó John Paul García, de 20 años y el único que puede votar en su familia de seis miembros. “Soy la voz de mi hermana, la voz de mi hermano, la voz de mis padres”.
Trump ganó en Carolina del Norte por menos de 4 puntos porcentuales. El predecesor demócrata de Hurtado perdió el puesto en la Cámara de Representantes del estado por 298 votos en 2018.
Hurtado sabe que sería más fácil centrarse en los votantes blancos, que siguen siendo mayoría en el distrito. Pero quiere que su campaña se base en algo más que simplemente ganar el escaño, cambiar la mayoría de la cámara o incluso poner a un demócrata en la Casa Blanca.
“Hay que involucrar a la gente”, dijo esta primavera, cuando se dirigía a uno de los muchos parques de casas rodantes del estado para hacer campaña puerta a puerta.
Sería la última vez que Hurtado llamaba a las puertas de posibles votantes antes de la pandemia.