EFE.- En el partido 613 de Diego Simeone al frente del Atlético de Madrid, más que nadie en la historia del club, por encima ya de Luis Aragonés, en la celebración de una cifra tan señalada, Memphis Depay y Antoine Griezmann devoraron al Sevilla, doble goleador en un margen de tres minutos y medio holandés y autor del 3-1 el francés para sentenciar la toma del tercer puesto y desbordar al equipo andaluz, derrotado finalmente 6-1 por dos goles más de Morata y uno de Yannick Carrasco.
En los dos primeros tantos lucen las cualidades de Memphis -definidor sutil en el 1-0 y rotundo en el 2-0, con un golazo desde el borde del área-, realzan la apuesta por él en el pasado mercado de invierno para suplir a Joao Félix y predicen un futuro más esplendoroso del delantero; en el tercero, la capacidad innata de Griezmann para marcar la diferencia de la nada, de un balón que no parecía para tanto hasta que lo alojó casi en la escuadra.
Pero, a la vez, ponen en evidencia al Sevilla. En el 1-0 y el 2-0, entre los minutos 23 y 26, por los dos balones que entregó a su rival en pases fáciles, quizá inducido por la presión, quizá no fuera por eso, sino por la propia inseguridad que transmite, porque no eran dos entregas tan complejas para el fallo. Y en el 3-1, en el 53, por todo el espacio que le dio a un futbolista de los recursos del atacante francés para controlar y disparar sin oposición.
Después llegó el 4-1 de Yannick Carrasco, el penalti al poste de Rakitic, el 5-1 y el 6-1 de Morata, la expulsión de Gueye por doble amarilla, ya en el tramo final…
Pero el principio del fin del Sevilla fue Memphis. Minuto 22 y 20 segundos. El atacante tulipán batió a Bono, al que se enfrentó con muchos metros por delante, lanzado por la octava asistencia de esta Liga de Antoine Griezmann. Minuto 25:58 segundos, en otro contraataque, controló al borde del área, miró, se acomodó el balón y soltó un tremendo tiro a la escuadra, con todos los parámetros que lo hicieron imparable: colocación, potencia, sorpresa…
Una demostración de su dimensión, en duda en el Barcelona o en Manchester, cuando jugó para el United, cuando aún era muy joven; revitalizada en Lyon y esperanzadora en el Atlético. Ni siquiera su pifia inicial en un remate ensombrecieron la expresiva pegada que confirmó en cuanto tuvo la siguiente ocasión. Dos oportunidades, dos goles, dos ejemplos. Cuando fue cambiado superada la hora de encuentro, la aclamación fue unánime.
El Atlético lo ha fichado para dos años y medio para noches y goles como este sábado, para que sea el jugador decisivo que se percibió en el duelo ante el Sevilla, pero sobre todo el goleador que impulsó al conjunto rojiblanco a su quinta victoria en las últimas siete jornadas, aunque no fue tan sencilla como se intuía entonces, cuando los dos golpes de Memphis invitaban a un cálculo más fácil de la victoria. No fue así. Pero casi.
El Sevilla se repuso, sí; el Atlético se relajó, también. No hay ninguna otra perspectiva en el segundo de los casos para entender el 2-1 que reintegró al equipo de Jorge Sampaoli en el partido y señala directa e inequívocamente a Giménez, otrora un defensa indiscutible en el esquema de Diego Simeone y en el club rojiblanco, ahora no tanto. Contemplativo, confiado, su acción retrató su momento, cuando ni protegió ni atendió al balón al que corría Pape Gueye, que lo repuso en juego, al área pequeña. En Nesyri hizo el resto. Un fallo. 2-1.
Recompuesto el equipo andaluz, recuperado de la secuencia de goles que le propinó Memphis, el partido reencontró un ratito la emoción, revitalizado cuando parecía sentenciado; nada proporcional al efecto que causó en el Sevilla, que resurgió tan rápido como se diluyó de nuevo, temeroso por su propia desconfianza, derrotado por otro golazo del Atlético, esta vez de Griezmann. Su zurdazo fue inalcanzable para Bono, que voló, la tocó y se lamentó.
El mejor goleador de la era Simeone, con 150 tantos, y el tercero de la historia de la entidad, con Luis Aragonés de nuevo en la cima, con 173, sintió una libertad impropia de este nivel cuando recogió la pelota, se giró y conectó el zurdazo. Nadie en un par de metros a la redonda de la defensa del Sevilla para oponerse a un destino que ya sí fue definitivo.
Hasta Yannick Carrasco, lejos de sus mejores tiempos, embarullado desde hace meses cada vez que irrumpe en el área, se sumó a la fiesta. Su gol, cuando remachó en el segundo palo, un pase de Pablo Barrios, después de una subida por la banda derecha de Marcos Llorente (Matt Doherty, fichado este invierno desde el Tottenham, dispuso de sus primeros minutos con el Atlético en el último cuarto de hora), lo sentenció ya todo. El 4-1.
Aún hubo un penalti, dudoso, para el Sevilla. Lo lanzó al poste Rakitic. No le salió nada al equipo andaluz, que todavía recibió el 5-1 de Álvaro Morata. Su primer remate, originado por un pase de Griezmann, lo repelió Bono. El rechace le quedó en sus pies. El segundo fue gol, el 5-1. Después añadió el 6-1 para culminar la fiesta de Simeone, el entrenador con más partidos de la historia del Atlético, ya por encima de Luis Aragonés, el ‘Sabio de Hortaleza’. Dos leyendas.
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