El papa Francisco autoriza la beatificación del sacerdote mexicano Moisés Lira Serafín

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Foto: Colegio de las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada

EFE.- El papa Francisco firmó hoy el decreto en el que se aprueba el milagro atribuido al sacerdote mexicano Moisés Lira Serafín (1893-1950), lo que significa que será proclamado beato.

El pontífice firmó este decreto, junto con otros, tras mantener hoy una audiencia con el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.

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Moisés Lira Serafín fue sacerdote de los Misioneros del Espíritu Santo y fundador de la Congregación de las Misioneras de la Caridad de María Inmaculada.

El sacerdote nació en Zacatlán, Puebla, el 16 de septiembre de 1893 y falleció en Ciudad de México el 25 de junio de 1950.

El camino hacia la santidad tiene varias etapas, la primera es ser declarado venerable siervo de Dios, la segunda beato y la tercera santo.

Venerable Siervo de Dios es el título que se da a una persona muerta a la que se reconoce “haber vivido las virtudes de manera heroica”. Lira Serafín recibió esa designación hace 10 años.

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Para que un venerable sea beatificado es necesario que se haya producido un milagro debido a su intercesión, como este caso, y para que sea canonizado, hecho santo, se precisa un segundo milagro obrado “por intercesión” después de ser proclamado beato.

El papa Francisco firmó también los decretos en los que se reconocen las ‘virtudes heroicas’ del médico guatemalteco laico del Opus Dei, Ernesto Cofiño (1899-1991) y se aprueba el milagro atribuido a Ana de Jesús, monja de la Orden de las Carmelitas Descalzas, quien fue discípula de santa Teresa de Jesús y la encargada de recopilar todas sus obras.

Con ello, Ana de Jesús será beatificada.

Con el nombre de Ana de Lobera y Torres nació en Medina del Campo (España) el 25 de noviembre de 1545 y falleció en Bruselas (Bélgica) el 4 de marzo de 1621.

Según la biografía que recoge la Real Academia de Historia de España, entró en un convento en la orden las Carmelitas de Descalzas en Ávila donde se encontraba santa Teresa, quien después la llevó a Salamanca y, de camino, cuando pararon en el convento de Mancera, conoció a otra persona que fue clave en su vida: san Juan de la Cruz.

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