Pascal Quignard, el escritor francés que habita en silencio entre las ruinas del lenguaje y que vino a México a honrar una amistad

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Foto: León A. Martínez

Por León A. Martínez

El escritor Pascal Quignard no busca decir, sino protegernos de las palabras y purificar la lengua hasta que se convierta en música para así liberarnos de su violencia, que se manifiesta “en el diálogo, en los comentarios”, explica Ernesto Kavi, traductor de varias de las obras del autor francés, entre ellas, la más reciente edición en español de “El amor el mar” (Sexto Piso, 2023).

En entrevista con Latinus, se le pregunta a Kavi cómo es que el pensador, ensayista, novelista, editor, guionista de cine y, principalmente, músico —“él prefiere mil veces hacer música que hablar o incluso escribir”— se encuentra de visita en México, toda vez que es bien conocida su inclinación por la soledad, el silencio y la reclusión.

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“La verdad es que vino a México para honrar nuestra amistad”, responde, y esta relación —una “comunidad de solitarios”— lo une al escritor desde hace más de 10 años gracias al libro de “Butes”, obra en la que Quignard discurre sobre el gesto incomprensible de este héroe de la mitología griega de arrojarse desde la seguridad de la nave de los argonautas hacia el mar, en pos del canto de las sirenas.

“Contrario a Orfeo —quien está remando—, contrario a Ulises —quien quiere que lo amarren y le tapen los oídos— Butes se levanta, se arroja al mar, se arroja al canto de las sirenas. Dice Pascal que un artista que de verdad tiene una pasión por lo que hace, acomete el mismo gesto que Butes: se arroja al mar y se ahoga en su arte.

“Ambos acometemos ese gesto, ambos nos arrojamos, cada uno a su manera, a nuestra pasión, y nos hemos ahogado ahí, y así coincidimos. Un autor como Pascal es muy difícil abordarlo, pero creo que él vio ese rasgo en mí, y entonces nació una amistad. ¿Por qué vino a México? La verdad es que vino a México para honrar esa amistad”, expresa.

Sobre la reclusión adoptada como forma de vida por Quignard, Kavi dirá que este es un “gesto vital” de “retirarse de la agresión, de la opresión, como si fuese una asceta, un monje, alguien que no quiere perturbar nada ni a nadie, y suele buscar una armonía, y esa armonía está en algo, que, él insiste, es la música callada, la literatura que calla, la música que calla, el momento realmente en que nos deshacemos de toda estructura de violencia”.

Este gesto se extiende a la obra del francés, como en sus ensayos, donde adopta una escritura basada en “fragmentos de ruinas”, como los define Kavi, cuya función es ir destruyendo la lengua, “y que quede en estas ruinas por las que nos paseamos, ruinas semejantes a las de la Roma antigua, donde puede crecer la naturaleza, donde hay flores y animales, donde de nuevo la fuerza de la vida retoma y se apodera de estas ruinas. Y eso es lo que busca Quignard: que la fuerza vital se apodere de nuevo de las ruinas del lenguaje y que ya no sea violencia”.

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Y prosigue: “¿Qué busca Quignard? No busca decir, sino protegernos de las palabras. Él lo que quiere es liberarnos de la lengua a través de una lengua que se va purificando, a tal punto que se convierte en música. ¿Por qué? Porque la lengua lo único que hace en el diálogo, en los comentarios, es oprimir el uno al otro, las guerras, la incomprensión. Entonces tenemos que liberarnos de la lengua para liberarnos de la violencia”.

La violencia, explica Kavi, es para Quignard lo contrario a lo que nos hace humanos, de ahí que haya que alejarse de ella para que acontezca la belleza.

“Lo que trata de hacer Quignard es buscar la belleza, que es tan delicada, tan efímera, que ocurre en un instante y desaparece de inmediato con todos los gestos de violencia que hay en el mundo. Entonces, ¿cuál es esa tradición? La de estos hombres que, en lugar de estar en los ejércitos o ser parte del Estado o de aquellos que oprimen, se alejan de la sociedad, y, en soledad, protegen lo que nos hace ser seres humanos”.

Quignard nació en 1948 y proviene de una familia de músicos y especialistas en letras clásicas, de ahí que tanto la música como la literatura lo acompañan desde el origen. Y es el origen el objetivo de su búsqueda.

¿Pero qué debe entenderse por origen en Quignard? Explica Kavi: “Él habla de este momento previo al nacimiento, cuando somos un feto y se dice que a los tres meses la audición y la sensación se unen. Y el feto, lo que somos como seres humanos, sólo somos música, las vibraciones que nos provocan una sensación corporal. Eso es lo que él llama el origen: quiere volver a ese estado primero. Pascal es realmente músico —no solamente toca, también compone—, y él prefiere mil veces hacer música que hablar o incluso escribir, porque es ahí, en ese tocar, que vuelve a este estado casi fetal. Entonces, su búsqueda es en pos de la infancia, y aún más, del paraíso. En días pasados hablaba con él y me decía que lo que hemos olvidado es que nosotros somos el paraíso”.

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“¿Cómo es que la música resuena en la obra literaria de Quignard?”, se le pregunta.

“Todas las obras de Pascal están construidas como partituras, tienen el mismo esquema de ciertas obras. Cuando él escribe, es verdad que lo hace en silencio, pero cada obra literaria tiene como sustrato una obra musical, y sigue la estructura de esta, que no es evidente para los lectores, pero está ahí. Entonces sí, influye en la estructura misma, en el estilo desde luego. Lo que él busca es imitar esta música callada. Habla mucho de Federico Mompou, un compositor catalán que en los años 50 compone una pieza musical a la que llama ‘Música callada’, que no quiere que nadie toque, que no hace escuchar a nadie, y hasta el año 59 la toca por primera vez, y hasta el 68 se publica.

“Y paralelamente está escribiendo Paul Celan, quien también está destruyendo por estratos la lengua. Ese mismo gesto de ir callando poco a poco, delicadamente, la lengua y las estructuras sociales y políticas, irlas apagando, es el mismo gesto que hay en todo en toda la obra de Quignard, y desde luego que viene de la música”, expone.

Es cuando surge la interrogante de qué obra musical está de fondo de “El amor el mar”.

A lo que responde que “debajo de esta obra está una pieza de Ernest Chausson, un compositor francés de finales del siglo XIX, contemporáneo de Stéphane Mallarmé”.

A modo de cierre de la conversación, se pide a Kavi que comparta la que, en su opinión, es la obra para comenzar con la lectura de Quignard o para profundizarla.

“Butes”, responde de inmediato. “Es el pilar, la piedra angular, de toda la obra de Quignard. Repetidamente está el gesto del hombre que se arroja al mar, y se ahoga en el mar de la música del origen, de la pasión, de la belleza”.

“Hay que recordar que Orfeo está tocando música militar, y que con esa música militar están remando. Es la sociedad. Entonces, Butes es, desde luego, aquel que se aleja de toda esa violencia, para elegir algo más alto, más bello. Y, también, más frágil y que hay que cuidar”, concluye.

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