Proyectos en Wisconsin que Trump presentó como “la octava maravilla” ahora son terrenos baldíos

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Foto: EFE

EFE.- Carreteras vacías de ocho carriles que conectan parcelas inmensas y baldías, una estación eléctrica nunca usada y varias construcciones de dudosa utilidad. Cinco años después de que el entonces presidente Donald Trump lo presentara como “la octava maravilla del mundo”, el proyecto de la compañía taiwanesa Foxconn en Mount Pleasant, en Wisconsin, dista mucho de aquella “locura imaginaria”.

Así la califica Kelly Gallaher, vecina del municipio y una de las voces más críticas con el proyecto. Imaginaria porque, desde el principio, aquello era demasiado bueno para ser real, cuenta a EFE en una entrevista en su casa de esta localidad de 45 mil habitantes que se encuentra en el condado de Racine.

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En noviembre de 2017, la administración del entonces gobernador de Wisconsin, Scott Walker, aprobaba un acuerdo con la taiwanesa Foxconn —famosa por fabricar iPhones— para construir una planta de pantallas de televisión de última generación.

Foxconn recibiría subsidios durante quince años gracias a exenciones fiscales, a cambio de invertir 10 mil millones de dólares en un complejo de fábricas que emplearía a 13 mil personas para 2022.

En junio de 2018, el entonces presidente Trump lo describía como “la octava maravilla del mundo” cuando apareció, junto con autoridades y el fundador de la compañía, Terry Gou, en el terreno para echar la simbólica primera pala de tierra.

Durante los meses previos, relata Gallaher, escucharon que aquello iba a ser enorme, tres veces el tamaño del Pentágono.

Surgieron muchas “señales de alerta”, relata la profesora de arte jubilada: “Nos dimos cuenta de que hacer pantallas gigantes en Wisconsin no tenía sentido porque iba a ser demasiado costoso”.

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Iba todo rapidísimo. “Tardaron más en aprobar la construcción de un lavado de coches en el pueblo que todo el proyecto Foxconn”, cuenta.

Y eso que iba a afectar profundamente a la comunidad, pues querían 12 kilómetros cuadrados de tierra.

Pronto comenzaron a llegar las cartas de expropiación a los vecinos, entre ellos a Kim Mahoney. Acababa de construir su casa y tiene grabada la fecha del 7 de octubre, día en que se le informó que iban a adquirir su casa para una carretera.

Al principio se negó y la amenazaron con dejarla aislada como una isla, relata a EFE a bordo de su coche, mientras hace un tour por los alrededores: “Ahí estaba mi casa”, señala al horizonte.

La imagen en Mount Pleasant dista mucho de lo prometido. “Tienen algún edificio, una pequeña fábrica de ensamblaje, pero es una veinteava parte de lo que se planeaba. Hay mucho terreno vacío, carreteras de ocho carriles que no llevan a ninguna parte” y una central eléctrica enorme que no está funcionando, afirma Gallaher.

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El edificio más simbólico es uno con forma de bola de cristal, al que llaman “la fábrica” y que hoy se utiliza como almacén.

El costo público de todo el proyecto se ha calculado en 209 millones de dólares en la adquisición de tierra —se expropiaron unas 100 casas—, 12 millones en la construcción de carreteras, 185 en agua y alcantarillado. En total suman 912 millones, según un documento facilitado a EFE por el ayuntamiento de Mount Pleasant.

Pero en una entrevista a través de correo electrónico, una fuente de la alcaldía afirma que “en última instancia, el costo neto a largo plazo que soportan los gobiernos locales es cero”, ya que todo el dinero se recuperará.

De los 10 mil millones de dólares que iba a invertir la empresa taiwanesa, que declinó hacer declaraciones a EFE, sólo se han invertido 750

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