Padres denuncian maltrato infantil en kínder del sur de la Ciudad de México; niños eran amarrados

Por Diana Higareda

Hace un mes, Arelí se enteró que a su hijo lo amarraban en la escuela. Con tan solo dos años, el niño permanecía atado con vendas a una silla para limitar su movilidad en un colegio privado en San Jerónimo, al sur de la Ciudad de México. 

Fue gracias a una maestra que denunció los hechos, que Arelí y otras diez familias se enteraron del maltrato que niñas y niños sufrían en el preescolar que se presenta como un centro de desarrollo integral bilingüe enfocado en la filosofía Reggio Emilia y que cuenta con dos planteles, uno en Santa Fe y el de San Jerónimo, y del cual se omite su nombre por continuar en proceso legal. 

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Las familias pudieron constatar diversos maltratos al interior del kínder como gritos; encierros en el cuarto del conserje como forma de castigo, y sujeción a las sillas, bajo el argumento de que los niños no tenían la capacidad de sostenerse por sí mismos. 

Este panorama de violencia física o psicólogica es común en México. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) de 2021, el 51.3% de las niñas y niños de entre cero y nueve años han sido disciplinados con algún método violento físico o psicológico. 

De acuerdo con especialistas, el uso de castigos contra la infancia es un problema cultural que ha contribuido a que se normalice, tanto en las escuelas como en las familias, sumado a la falta de profesionalización en la educación temprana. 

“Recientemente, comenzó la profesionalización en la atención a la primera infancia. Especialmente en el preescolar, se ve al jardín de niños como un lugar de cuidado y no de educación, lo que limita su monitoreo. A esto se suma que los niños no son considerados personas plenas”, dijo Juan Martín Pérez García, coordinador regional de Tejiendo Redes Infancia en América Latina y el Caribe. 

Antes de confirmar el maltrato por parte de personal de la escuela, las familias notaron señales de alerta como cambios de comportamiento en sus hijas e hijos. Arelí relata a Latinus que su hijo le pedía ser atado, además de tener poca consiencia de su cuerpo y golpear frecuentemente.

Otra de las madres afectadas notó que su niña de dos años comenzó a aislarse y jugar de forma violenta, además de amarrar a sus juguetes y emplear palabras como “cállate”, “quítate”, “si no dejas de llorar, vas a ver”, que no formaban parte de su vocabulario.

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“Al poquito tiempo de que mi hija comenzó a ir a esa escuela, cambió muchísimo. Cambió su estado de ánimo y comenzó a enfermarse mucho. A la edad en la que están, ellos repiten lo que viven y mi hija comenzó a imitar lo que vivía en el colegio hasta que finalmente un día nos platicó que su maestra la trataba mal”, comenta una de las madres afectadas.

De acuerdo con el director de Redim, si bien cada vez hay más familias que reconocen y denuncia el maltrato, es importante seguir trabajando en políticas públicas que permitan contar con protocolos en el ámbito escolar para sancionar estas prácticas.  

“De los cero a los seis años, estamos hablando de una etapa crucial de desarrollo del cerebro y del cuerpo de los niños, y está documentado que este tipo de maltrato deja marcas neuronales”, relató el especialista.  

Al denunciar el maltrato ante las autoridades de la escuela, las familias descubrieron que la práctica ha sido encubierta por las directoras del plantel, así como por la psicóloga del colegio. Las agresiones han sucedido por lo menos durante dos años, de acuerdo con lo que las familias pudieron constatar tras pedir las videograbaciones de las clases, así como por información brindada por docentes del colegio. 

Ante la falta de respuesta por parte del colegio, Arelí decidió denunciar ante la Fiscalía de Investigación de Delitos Cometidos en Agravio de Niños, Niñas, y Adolescentes, así como ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

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