Denise Dresser se refiere a lo que ha representado una espina en el costado del régimen de Andrés Manuel López Obrador y se ha constituido como el único movimiento al que el presidente no ha podido dividir ni cooptar ni apaciguar: el de las mujeres.
La politóloga lo define como un grupo solidario que va más allá de la clase social y la ideología. Mujeres en busca de sus desaparecidos o víctimas de violencia y que ya no tienen nada que perder en un país donde cotidianamente son golpeadas, violadas y asesinadas. Están enojadas y tienen razón.
Para López Obrador, quienes deberían ser sus aliadas naturales no son más que títeres del conservadurismo, aunque él mismo las enmarca en un rancio ideal donde las mujeres deben asumir el cuidado de la familia. Para ellas, especialmente las jóvenes, es como un tío viejo que no conoce su realidad.
La movilización del 8 de marzo demuestra cuán lejos está el hombre sentado en Palacio Nacional de las mujeres marchando en las calles. Ellas exigen sus derechos, y él no sólo las desconoce: coloca vallas metálicas a su alrededor.
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