Por Amado Azueta
Los padres de los cinco jóvenes asesinados el pasado domingo en las calles de Nuevo Laredo, Tamaulipas, desconfían por completo de la versión que la Secretaría de Defensa Nacional (Sedena) ha tratado de imponer sobre la masacre.
A cinco días del ataque, los padres acudieron a la esquina de las calles Huasteca y Méndez, ubicada en la colonia Manuel Cavazos Lerma, donde los jóvenes fueron ultimados por los militares.
Los padres de familia intentaron hacer una reconstrucción de los hechos para poder conducir su propia investigación.
“Venimos con toda la intención de que la gente vio aquí los hechos, que nos apoyen, porque en realidad mis hijos, porque ellos fueron víctimas de una masacre”, dijo Rosaelia Benítez Alfaro, madre de Gustavo Pérez Benítez, quien falleció en el ataque, y Alejandro Pérez Benítez, sobreviviente.
Sin embargo, no han podido avanzar en la investigación. Los testigos de los hechos tienen miedo de hablar, de que los militares cumplan con las amenazas que les hicieron el día del ataque. Algunos han aceptado hablar bajo la condición de anonimato.
“Cuando salgo me dicen ‘sáquese a la verga o quiere que le pase lo mismo que a ellos’ y ya me metí y cerré la puerta”, dijo uno de los testigos, que pidió no ser identificado.
“Un soldado le dijo al otro soldado: ‘Si siguen pasando por aquí, arremátalos también, a la verga’”, relató otro de los testigos.
Pese a las dificultades, Benítez Alfaro llama a las personas que atestiguaron lo ocurrido que compartan pruebas que ayuden a demostrar que sus hijos fueron víctimas de un ataque injustificado.
“Que nos apoyen si tienen algunos audios, algunas pruebas (…) Mucha gente platica que los muchachos venían bien (…) cuando ya los mataron, pues en realidad no dejaron que se acercara nadie”, dijo a Latinus.
Los pocos testigos afirman que ninguna autoridad estatal o federal se ha acercado a preguntar sobre los hechos, o bien, a solicitar evidencia de lo sucedido. Mucho menos han ofrecido medios para la reparación del daño.
Sara Luna, dueña de la casa frente a la que fueron masacrados los jóvenes, asegura que hasta este viernes nadie se ha presentado, ni sabe si habrá reparación de su inmueble o si se le brindará atención psicológica.
“Tengo episodios, como que me da miedo, como que cae la noche y siento miedo como terror, porque oigo como ruidos y cualquier ruido me sobresalta”, declaró.
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Los familiares de los jóvenes siguen en la batalla legal y exigen al Ejército mexicano que los militares sean juzgados también por autoridades civiles.
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