“No nos vamos”, dicen religiosos de la Sierra Tarahumara a más de un mes del asesinato de los curas jesuitas Javier y Joaquín

"No nos vamos", dicen sacerdotes de la Sierra Tarahumara a un mes del asesinato de los curas jesuitas Javier y Joaquín
Foto: Latinus

Colindante con el Triángulo Dorado, la Sierra Tarahumara es una de las zonas del país más lastimada por la presencia del crimen organizado. Su ubicación, marginalidad y abandono gubernamental propiciaron que grupos de la delincuencia se establecieran ahí desde hace años, sin que la persecución de las autoridades sea una de sus preocupaciones.

No hay prácticamente una actividad que no se lleve a cabo si no es con el permiso de los criminales, dice el vicario general de la Diócesis de la Tarahumara, Héctor Martínez.

El asesinato de dos sacerdotes jesuitas, puso a la Sierra Tarahumara en la mira del mundo. A un mes de ese acontecimiento, el asesino de los padres “Gallo” y “Morita” en Cerocahui, Chihuahua, no ha sido detenido. La Iglesia sigue exigiendo justicia y realiza actividades que conduzcan a la pacificación del país. Este domingo la congregación de los jesuitas convoca a la población para que lleven a los templos fotografías de personas que han fallecido víctimas de la violencia o desaparecidos.

En la Sierra Tarahumara la Iglesia tiene un papel fundamental para la atención de todo tipo de necesidades: espirituales, económicas, educativas, culturales, de salud y seguridad, esas que el Estado mexicano ha dejado de cubrir.

A pesar de los riesgos, los religiosos que llevan décadas en la zona aseguran que no abandonarán la región ni su ayuda a la comunidad.

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