La primera reunión de gabinete del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, marcó este jueves un profundo contraste con las que solía mantener su predecesor, Donald Trump, quien aprovechaba esos encuentros para someter a su equipo a pruebas de lealtad.
La porción abierta a la prensa del primer encuentro de Biden con su gabinete ministerial duró menos de tres minutos y únicamente incluyó declaraciones del presidente, quien adelantó que planea dar instrucciones a su equipo sobre cómo sacar adelante su nuevo plan de infraestructura.
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El pequeño contingente de periodistas que sigue cada paso del mandatario tuvo que abandonar a continuación la Sala Este de la Casa Blanca, mucho antes de lo que habrían tenido que hacerlo si fuera Trump quien encabezara la reunión.
En su primer encuentro con su gabinete completo, en junio de 2017, Trump permitió a los corresponsales de la Casa Blanca quedarse en la sala durante casi todo el encuentro, mientras pedía a cada uno de sus ministros que pronunciara unas palabras.
Eso evitó que sus subordinados le plantearan dudas o consejos de forma honesta y prácticamente les forzó a inundar de alabanzas a Trump, conocido por necesitar muestras constantes de lealtad.
“Quiero agradecerle que haya puesto en marcha de nuevo a este país”, dijo la entonces secretaria de Transporte, Elaine Chao; mientras que la exembajadora ante la ONU, Nikki Haley, proclamó que Trump había dado pie a “una nueva etapa” en Naciones Unidas.
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Trump mantuvo ese formato en otras reuniones de gabinete y también en otros actos, lo que permitió a la prensa contemplar, por ejemplo, un encuentro con los líderes del Congreso en diciembre de 2018 en el que discutió con la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Desde que llegó al poder en enero, Biden ha devuelto a la Casa Blanca la rutina habitual en las administraciones previas a Trump, en la que el acceso a la prensa está muy calculado para controlar al máximo el mensaje que se transmite al público.
Biden ha delegado buena parte de la tarea de comunicación en la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki, quien da conferencias diarias, mientras que Trump prefería ser su propio vocero y a menudo mantenía sesiones espontáneas de preguntas y respuestas con la prensa, además de marcar agenda con sus tuits.
El cambio en las formas no fue el único contraste respecto a las reuniones de gabinete de Trump, donde la mayoría de los integrantes eran hombres blancos, con apenas cuatro mujeres, un afroamericano y un latino en su equipo original.
Mientras, el gabinete de Biden es el más diverso de la historia del país, con diez mujeres, seis afroamericanos, cuatro hispanos y la primera mujer nativa americana que llega a un gabinete, la secretaria de Interior, Deb Haaland.
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En el gabinete se encuentra el primer secretario de Defensa afroamericano, Lloyd Austin; el primer miembro del gabinete abiertamente gay, Pete Buttigieg, titular de Transporte y la primera secretaria del Tesoro, Janet Yellen, entre otros.
La vicepresidenta Kamala Harris es la primera mujer, afroamericana e indígena estadounidense elegida para su cargo.
Biden declaró que el grupo “se parece a Estados Unidos” y agregó: “Eso es lo que prometimos que íbamos a hacer, y lo hemos logrado”.
Al comienzo de su primera reunión de gabinete, Biden pidió a cinco de sus ministros encargarse de promocionar el plan de 2 billones de dólares que la Casa Blanca anunció el miércoles. Esta iniciativa crearía millones de empleos mientras reforma las infraestructuras del país y recorta las emisiones de carbono.
Los encargados de esa misión son los secretarios de Transporte, Pete Buttigieg; de Energía, Jennifer Granholm; de Comercio, Gina Raimondo; de Trabajo, Marty Walsh, y de Vivienda y Desarrollo Urbano, Marcia Fudge.
Con información de EFE y AP
