Vicente Rojo, el genio detrás de las portadas de libros de García Márquez, Monterroso, Pacheco

Anoche murió Vicente Rojo, uno de los artistas más reconocidos en la pintura y escultura abstracta mexicana, pero también un sello distintivo en las portadas de libros que se convirtieron en clásicos de la literatura

El también diseñador gráfico convirtió en icónicas las pastas de libros como Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco o La Feria, de Juan José Arriola

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El artista fue creador de Era, una editorial que contó con sus diseños para las obras sus amigos escritores, los más reconocidos de la segunda mitad del siglo XX en México

La lista de autores incluye a José Revueltas, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Augusto Monterroso, Salvador Elizondo, Octavio Paz, y un largo etcétera. 

La editorial recogía textos literarios así como ensayos sobre la sociedad; una mezcla de ofertas que dio particularidad a la editorial y Vicente Rojo fue el encargado de ponerle rostro a cada título.

Para esa editorial el artista creó más de 700 portadas, y otros cientos en El Fonde de Cultura Económica, la UNAM, Joaquín Mortiz y otras como Sexto Piso, de hecho una de sus últimas portadas es Apología del polvo, de Arnoldo Krauss, en 2017 para esa editorial.

La historia detrás de la portada de Cien años de Soledad

Cien años de soledad se publicó por primera vez en la editorial argentina Sudamericana. Gabriel García Márquez le encargó el diseño de portada a su amigo Vicente Rojo, pero por la premura del tiempo no llegó para la primera edición. Al terminarse la venta de los ocho mil ejemplares se reeditó la obra ya con el trabajo de Rojo.

El diseño consistía en una serie de estampillas sobre fondo blanco y el nombre del autor y de la novela, que incluían una tipografía que evocaba letras de imprenta antigua. Pero un detalle fue determinante: en “soledad”, Rojo invirtió horizontalmente la letra E.

Ese detalle llevó a un librero ecuatoriano a corregir a mano la posición de la letra E a los ejemplares de su tienda, al pensar que se trataba de un error de impresión.

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