“Nunca nos faltó medicamento, ahora el hospital dice que debemos comprarlo”

Por Ana Lucía Hernández

En tres años, Matías no ha bajado la guardia. En 2017 le diagnosticaron cáncer cerca del tallo cerebral. Después de un año de quimioterapias y 35 radioterapias, ahora se encuentra en vigilancia. Los médicos aseguran que la etapa más peligrosa ya terminó y que es tiempo de atender las secuelas.

Debido al tratamiento tan agresivo, Matías dejó de producir la hormona de crecimiento. Tiene 11 años y la talla de un niño de ocho. Para recuperarse, los médicos del Instituto Nacional de Pediatría le recetaron una inyección que deben aplicarle todos los días durante aproximadamente dos años. El problema es que cada caja de hormona de crecimiento puede llegar a costar hasta 12 mil pesos y el Instituto no la surte.

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“Me explicaron lo que iba a reactivar en el cuerpo de mi hijo para que no se quede el resto de su vida de un metro con 40 centímetros. No sólo se trata de un tema estético, hay complicaciones al interior por no lograr un desarrollo total de los órganos. Esta hormona es tan delicada que no se puede suministrar en cualquier momento, tiene que ser en cierto momento vinculado a la edad y a la condición de salud de la persona”, explica Ulises Martell, papá de Matías.

Desde hace tres meses él compra la hormona, no sabe cuánto tiempo más podrá cubrir el gasto: “vendí mis coches, vendí mi televisor, vendí mi computadora, me puse a trabajar en parques de la Ciudad de México vendiendo mis productos. Le he pedido prestado a todas las personas que conozco en este momento de mi vida, he salido a redes sociales a suplicar ayuda”, asegura en entrevista con Latinus.

Dos cajas le duran a Matías aproximadamente mes y medio. “Es un bombardeo de gastos impresionante… no hay palabras, te mata la enfermedad o te matan los costos tratando de salvar a tu paciente”. Asegura que en el Instituto Nacional de Pediatría nunca le habían negado algún medicamento.

“Siempre en el Instituto Nacional de Pediatría encontramos a los médicos especialistas, si no había un aparato ellos lo mandaban traer, lo conseguían. Jamás tuvimos, al menos nosotros, un problema de desabasto de medicamento y ahora nos dicen que lo tenemos que comprar”, agrega.

Todo empezó con un dolor de cabeza

Matías vive en Cuautitlán Izcalli, Estado de México. Los primeros médicos que lo atendieron intentaron reducir el persistente dolor de cabeza, al final concluyeron que debía ser llevado al Instituto Nacional de Pediatría lo antes posible.

“Los médicos nos dijeron que nos fuéramos de inmediato y nos extendieron una carta para que pudieran recibir a mi hijo en la zona de urgencias. Para la tarde noche día de ese mismo día el resultado fue que mi hijo tenía un meduloblastoma en fosa posterior a milímetro y medio del tallo cerebral. Un tumor lleno de células cancerígenas que ponían en riesgo la vida de mi hijo”, recuerda Ulises Martell.

Matías entró tres veces a quirófano. La primera vez, para que le colocaran una válvula que ayudara a drenar el exceso de líquido que le provocaba hidrocefalia. La segunda, cuando rechazó la válvula y una vez más, cuando le quitaron parte del tumor.

“Logran quitarle 70% del tumor, el otro 30% se queda adentro por la cercanía con el tallo cerebral que ahí lo médicos no se meten. Y bueno, pues vinieron quimioterapias, radioterapias, siempre nos resolvió el Seguro Popular tuvimos todo para enfrentar esta batalla”, señala.

“Esta experiencia de vida que ha enfrentado mi hijo desde hace tres años le ha dado un nivel de sensibilidad y de madurez impresionante. Cuando tenemos que ir al hospital, desde una noche antes, preparara una maletita donde lleva sus cosas para entretenerse. Nosotros le decimos que es un niño perfectamente normal, que está enfrentado un reto monumental y que a base de fuerza, paciencia y carácter lo va a superar”, dijo para Latinus.

Ulises afirma que hará lo imposible por cumplir con los dos años de tratamiento, seguirá con el negocio que tiene con su esposa, tocará puertas de organizaciones y seguirá pidiendo ayuda a través de redes sociales para que a Matías no le haga falta nada.

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