Muhammad Alí… A cuatro años de la muerte del ‘Rey’ del boxeo y un pionero en la lucha contra el racismo

Cassius Clay fue un ídolo que trascendió generaciones. (Arte: Shutterstock)
• Además de ser uno de los boxeadores más reconocidos y celebrados en el mundo, Alí se convirtió en líder e inspiración de varias minorías en el mundo.

por Juan Pablo Espinosa

El Rey del Mundo

Justo hoy, cuando Estados Unidos vuelve a convulsionarse desde adentro por su racismo recalcitrante y las divisiones que hoy más que nunca permanecen latentes, recordamos el cuarto aniversario luctuoso de un deportista ejemplar, pero también de un incansable luchador social que se perpetuó para siempre en la historia del deporte y de la cultura popular, Muhammad Alí.

Para plasmarse en el tiempo hay que dejar una marca indeleble en las personas que nos rodean. A través de nuestras acciones y de nuestras palabras podemos ser capaces de trascender en alguien más. Si hay un personaje que logró esto con una actitud desafiante y a la vez encantadora, ese fue Cassius Clay , un boxeador que fue más allá de su disciplina y se convirtió en una activista que fue la voz de las minorías y una luz para muchos.

A través de los años, Alí demostró una voluntad inquebrantable, una lealtad innegociable a sus creencias y un carisma que lo hizo ser amado por millones alrededor del mundo. Su historia es igual de relevante dentro del ring como fuera de éste, pues además de sus impresionantes habilidades boxísticas, sus creencias y conceptos lo convirtieron en un líder que nunca se quedó callado y que con una enorme valentía se enfrentó al sistema.

white people sending black people to fight yellow people to protect the country they stole from the red people

“El servicio militar no es nada más que gente blanca mandando a gente negra para pelear con gente amarilla para proteger el país que le robaron a la gente roja”

Nacido en Louisville, Kentucky, como Cassius Marcellus Clay Jr., nombre al que tiempo después se referiría como su nombre de esclavo, Alí vivió las duras circunstancias de la segregación, razón por la cual siempre repudio el racismo. De espíritu combativo, encontró su vocación cuando después de que le fue robada su bicicleta y al ver su reacción, un oficial de policía le sugirió que practicara boxeo. Cassius lo hizo y para los Juegos Olímpicos de Roma 1960 se colgó la medalla de oro.

El muchacho contaba con un aura muy especial, era carismático y echado para delante, tenía tatuado el triunfo en su mente. Sin embargo, y a pesar de su triunfo olímpico, al regresar a su tierra volvió a ser víctima del racismo, situación que sólo refrendó sus poderosas creencias. Para 1964 el púgil comenzaba a forjar su leyenda, en un combate de alarido se convirtió en campeón de los pesos pesados al derrotar al favorito e invicto Sonny Liston.

Dos años después quedaba pactada la revancha frente a Liston: en dos minutos el campeón noqueó a su contrincante gracias al que fue conocido como “El Golpe Fantasma”. Y es que en las repeticiones, jamás ha quedado claro si era para tanto el golpe recibido.  Con el paso de los años, Liston llegó a mencionar que en realidad no quería problemas con Alí, ya que había sido amenazado por organizaciones musulmanas, algo que nunca pudo aclararse.

Ali todavía derrotó a Floyd Patterson; Cleveland Williams, en la que para muchos fue la mejor actuación de su carrera; y a Ernie Terrell, al que boxeó hasta que se cansó, en lo que fue considerada una muestra de crueldad. Todavía pudo vencer a Zora Folley, para después ser despojado de sus títulos y su licencia para boxear por rehusarse a pelear en la Guerra de Vietnam.

“Los campeones no se hacen en gimnasios, están hechos de algo inmaterial que tienen muy dentro de ellos. Es un deseo, un sueño, una visión”

 Con cuatro años de su carrera perdidos hasta que la Suprema Corte de Justicia retiró los cargos, Alí estaba listo para volver como una leyenda.  Su primera prueba era nada menos que la “Pelea del Siglo” frente a Joe Frazier, en 1971. El resultado fue una derrota por decisión unánime en una contienda que ponía de manifiesto que el campeón había resentido su inactividad.

Ken Norton le fracturó la mandíbula y de pasó le propinó la segunda derrota de su carrera en 1973, pero una controversial victoria en la revancha le dio los argumentos para volver a enfrentar a Frazier.  En esta ocasión, Muhammad salió victorioso con una decisión dividida que saldaba una cuenta pendiente, sobre todo por todo los insultos e improperios que había proferido hacia su rival.

El triunfo lo puso en ruta para recuperar el título mundial de manos del campeón George Foreman. En una batalla conocida como “Rumble in the Jungle”, en Zaire, Foreman y Alí dieron un combate de alarido ante un público que había caído enamorado gracias al carisma del excampeón. Con una arriesgada táctica de recibir muchos golpes e ir hacia las cuerdas, Alí logró cansar a Foreman y lo noqueó de manera sorpresiva en el octavo round. Muhammad Alí era una vez más campeón mundial.

Todavía quedaba tiempo para una última gran pelea, la cual vino con su odiado rival Joe Frazier. En una función que fue conocida como “Thrilla in Manila”, en Filipinas,  a 38 grados de temperatura. En un duelo de ida y vuelta, Alí volvió a adoptar su táctica de ir hacia las cuerdas y maltrató a Frazier que ya no salió para el round 15.

Aunque volvió a derrotar a Norton, Alí estaba ya muy lastimado y comenzó a verse mal en el ring, lo que derivó en su retiro definitivo en 1981. Una carrera digna del mejor boxeador de la historia.

“Vuelo como una mariposa, pico como una abeja”

El éxito de Alí vino en gran medida por un estilo rápido y certero, algo raro en un peso completo.  Su carrera puede dividirse en dos estilos, pues en sus primeros años se valía de su impresionante velocidad, increíbles reflejos y una movilidad nunca antes vista. Con un exquisito trabajo de pies y sus ágiles movimientos de cabeza prácticamente era inalcanzable para sus oponentes. Además, peleando con los pesos pesados utilizaba un movimiento que parecía magia, pues al ver el golpe se hacía para atrás, algo que desesperaba y sobre todo cansaba a sus rivales.

Luego de su forzado retiro de cuatro años, Alí había perdido su característica velocidad y los reflejos que lo hacían tan superior. Sin embargo, el campeón supo reinventarse para tener todavía victorias históricas. El campeón optó por una táctica de ir siempre hacia las cuerdas y aguantar el castigo de sus oponentes. Cuando lo consideraba necesario contraatacaba y cuando su enemigo estaba cansado iba hacia delante para terminar las peleas.

Para muchos el éxito de Alí fue la velocidad, nadie pegaba tanto como él y nadie se movía tanto como él. Por lo tanto, si su pegada no se sentía poderosa, al ser tantos golpes a tal velocidad, sus oponentes terminaban por resentir las consecuencias. En cuanto al juego de piernas, lo cierto es que lo hacían un objetivo imposible de golpear al estar siempre en constante movimiento.

Un adelantado a su época que revolucionó el boxeo para que éste alcanzara alturas insospechadas.

“Yo sé a dónde voy y sé la verdad. Y no tiene por qué ser lo que tú quieres que sea. Soy libre de ser lo que quiera”

La leyenda de Alí no sólo nace por haber derrotado a varios de los mejores boxeadores de la historia; surge también porque siempre fue un personaje que sustentó sus palabras con acciones. De fuertes convicciones y valiente hasta el final, se cambió de nombre y se convirtió al Islam porque estaba en contra de un sistema racista y que ponderaba la segregación.

El campeón usaría entonces el nombre de Muhammad Alí  y además apoyaría a las organizaciones musulmanas para tratar de poner un alto a las vejaciones que se cometían contra esta minoría. Por si fuera poco, sacrificó los mejores años de su carrera porque en sus palabras no estaba dispuesto a pelear con un país que jamás lo había llamado “negro” y porque además era un firme creyente de la paz como camino para resolver las diferencias.

Se convirtió en un activista en contra de la guerra y un líder de la raza negra. Sabía que era un ejemplo y como tal se comportó. Estaba al tanto de que sus victorias sumaban al espíritu de una vilipendiada minoría que veían en su ídolo una esperanza para rebelarse contra la injusticia.

Lo mismo viajó por África, visitó un campamento de refugiados palestinos, apoyó a los nativos de Estados Unidos e incluso salvó a un hombre del suicidio. Su aura lo convirtió en un ídolo de millones y su mensaje de paz y unidad fue retomado por muchas personas hartas de la guerra y la desigualdad.

“No es arrogancia si puedes sostenerlo”

Nadie entendió el deporte como un show como él. Sabía que el boxeo era un espectáculo donde las rivalidades tenían que forjarse y el rival tenía que sentir genuino odio para sacar lo mejor de él.

Así, a través de los años Alí habló pestes de Liston, Frazier, Foreman, Norton y compañía. Calentaba las peleas a tal grado que sus rivales literalmente querían matarlo sobre el ring. Por si fuera poco, durante la pelea continuaba molestando a sus enemigos, los humillaba, siempre supo jugar el juego.

Por si fuera poco, en sus declaraciones siempre demostró estar consciente de que era el mejor y no tenía empacho en decirlo. Con rimas y enunciados rápidos demostraba el enorme don de la palabra que tenía. Era un encantador de las masas y un showman por excelencia. En Zaire logró que toda la población se volcara a su favor para gritar “Alí, Bomaye”, “Alí, Mátalo”, esto para intimidar al campeón George Foreman.

Cassius Clay marca prácticamente el nacimiento también del deportista rockstar, aquél que se sabe tan bueno en su disciplina que puede ser engreído y hasta malvado con sus rivales, pero con el amor incondicional de la fanaticada. Por si fuera poco Alí fue poeta y cantante e incluso fue nominado a un par de Grammys y grabó para la posteridad una versión de “Stand By Me”.

Muhammad Alí no sólo era el Rey del Mundo, era el Rey del Trash Talk, él lo decía, iba ganando el primer round cuando lograba meterse en la cabeza de sus rivales con todo lo que decía. Su seguridad y compromiso con la excelencia terminaban por intimidar al que fuera.

“No cuentes los días:, consigue que los días cuenten”

Desde su retiro y a pesar del diagnóstico de Parkinson, Alí no dejó de ser la efigie de la lucha contra la desigualdad. Continuó viajando y hablando en pos de los desfavorecidos. Se convirtió en la inspiración y motivación de múltiples figuras norteamericanas, no sólo en los deportes sino en cualquier disciplina.

Lejos de su personaje arriba del ring, Cassius Clay se convirtió en una figura que emanaba humildad y que hablaba constantemente de los beneficios de la paz y la unión entre los pueblos. En vida, fue elevado al status de leyenda por la manera en que contribuyó a la cultura de excelencia del deporte estadounidense, a la par del tamaño de líder que fue para los desfavorecidos.

El pináculo de esta etapa llegó el 19 de julio de 1996, en la Inauguración de los Juegos Olímpicos de 1996, cuando el campeón en Roma 1960 fue el encargado de encender el pebetero en un momento que conmovió hasta las lágrimas al mundo entero. Un Alí  con claros síntomas del Parkinson que lo aquejaba hacía gala de su fortaleza y honor para comenzar la competencia veraniega.

Con cada vez menos apariciones en público, Muhammad Alí falleció el 3 de junio de 2016 confirmándose como una leyenda no sólo de los deportes, pero también de la cultura mundial. Sus habilidades atléticas, su carisma, su inteligencia, su valentía y su entereza son la máxima prueba del tamaño de figura que fue.

“Imposible es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho, es una opinión. Imposible no es una declaración, es un reto. Imposible es potencial. Imposible es temporal, Imposible no es nada”

Muhammad Alí

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