El niño de Liverpool somos todos, añorando lo que el ‘maldito’ virus nos quitó

Un niño recibe ayuda de su padre para observar la práctica del Liverpool del martes. (Foto: EFE)
Un niño recibe ayuda de su padre para observar la práctica del Liverpool del martes. (Foto: EFE)
La imagen de un niño al que su padre ayuda a ver sobre una barda el entrenamiento del Liverpool representa a todos los que somos amantes del deporte.

El niño de Liverpool somos todos. La fuerza del futbol y de los deportes en general quedó demostrada con la poderosa imagen que se hizo viral el martes.

 La Liga Premier de Inglaterra volvió a la actividad tras una prolongada pausa por el coronavirus.

Las medidas son estrictas, como en todo el mundo, pues el riesgo de contagio podría no desaparecer en mucho tiempo.

Pero la necesidad de volver a una relativa vida cotidiana es más grande.

Como ese niño, montado en la cabeza de su padre. Asomándose a un nuevo mundo, un mundo desconocido, diferente al que dejamos hace tres o cuatro meses.

El mundo que nos quitó un virus cuyas terminales parecen una corona. De ahí su maldito nombre.

Pero las costumbres son más fuertes. Y por eso la imagen tantas veces reproducida en redes sociales nos representa.

Porque los seres humanos necesitamos la interacción social, a diferentes niveles, pero interacción al fin.

El Liverpool se presentó el martes en sus instalaciones de Melwood y el miércoles realizó su primer entrenamiento.

Hasta el momento se desconoce el nombre del niño o de su padre. Afirma un portal que su deseo era conocer a Roberto Firmino…

Pero no se necesita más para saber que su deseo por volver a ver a sus ídolos es inmensa.

Su gorro del equipo. Su balón en las manos. Y la mirada perdida nos representan. Ese niño de Liverpool somos todos.

Su padre son todos los héroes que luchan contra la pandemia. Personal médico, de limpieza, de servicios, trabajadores esenciales que arriesgan todo por darnos esa oportunidad de asomarnos de nuevo al mundo.

El virus es la barda. Acordonada con alambre de púas. Como las que le dan su maldito nombre.

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