Selección Femenil de Estados Unidos: Una lucha interminable por la igualdad

Olga Trujillo

La de Estados Unidos es una selección de futbol femenil activista. La última vez que se les vio en la cancha, fue con las playeras puestas al revés para cubrir el escudo de la Federación con las cuatro estrellas de sus campeonatos mundiales, previo al juego ante Japón en la ‘She Believes Cup’, y poco antes de la contingencia por el COVID 2019. 

La protesta de las campeonas en Francia 2019 se sumaba al ruido que habían hecho antes en los juzgados, con una demanda contra la U. S. Soccer por “discriminación institucionalizada de género”. La federación nacional contraatacó con fuerza: presentó papeles judiciales ante la corte para afirmar que “las mujeres son menos hábiles y tienen roles menos exigentes que sus homólogos masculinos”.

El inaceptable lenguaje tuvo repercusión: Carlos Cordeiro, presidente de la Federación hasta ese momento, debió renunciar y, además, disculparse por el enojo de las marcas patrocinadoras de la Selección femenil de EEUU y, en su lugar, hubo un nombramiento histórico: el de Cindy Parlow Cone, exjugadora nacional y primera mujer en ocupar dicho puesto.

Ésa era solo una de las ya significativas batallas que desde el 2016 iniciaron cinco de las 28 jugadoras (Carli Lloyd, Megan Rapinoe, Alex Morgan entre las estrellas) del USWNT y que hoy se ha vuelto una lucha colectiva. La demanda actual del conjunto de las barras y las estrellas de pedir igualdad de condiciones de trabajo, así como paridad salarial con sus contrapartes masculinos, asciende a 67 millones de dólares y en nada se parece a los 9 mdd que la Federación les ofreció en una primera negociación.

Pero un movimiento sin contraparte no transforma. A pesar de avanzar una pieza en el rompecabezas con Cindy Parlow, hace unos días, aún en contingencia por el COVID, las del conjunto norteamericano sufrieron otro revés: El juez R. Gary Klausner falló a favor de la Federación de Futbol de EEUU en la demanda de igualdad salarial e irónicamente alegó que las jugadoras “ganaron más dinero que los hombres en los partidos individuales”. La compleja comparación, dijo, parte de que la estructura salarial negociada por cada equipo en su contrato colectivo es diferente (mismo que ellas rechazaron), lo que provoca que los pagos sean distintos para hombres y mujeres.

El juez intentó convencer que los jugadores de la selección varonil de EEUU, solo cobran a la U.S. Soccer por cada partido un bono (pero de 13 mil 166 dólares por juego, si es amistoso, según Forbes) sin importar el rival ni el resultado y solo reciben sueldo si son convocados. Mientras que las jugadoras, quienes alegan la manera en la que se les exige jugar más partidos que ellos, tienen como garantía más futbolistas contratadas en el equipo, cuentan con sueldo base seguro (cerca de los 270 mil dólares de acuerdo al contrato más reciente por ser seleccionadas) y cobran bonos por jugar –si ganan— y solo con equipos que estén entre los diez primeros de la clasificación FIFA (pero de 4 mil 950 por juego si es amistoso de acuerdo a la misma fuente).

“Básicamente es como si yo ganara un dólar por cada vez que juego y un hombre ganara tres. Solo porque yo gane diez juegos y él solo gana tres, entonces yo obtengo 10 dólares y él solo nueve. No estoy segura cómo es que yo gano más dinero”, dijo la capitana de la Selección de EEUU, Megan Rapinoe.

Y desmintió: El contrato de los hombres nunca nos fue ofrecido. Y ciertamente no sería con la misma cantidad de dinero”.

Al parecer, el selectivo liderado por la poderosa vocera y activista, Rapinoe, eligió el peor tiempo para llevar su demanda a juicio: el momento en el que han sido más brillantes que nunca tras apabullar a sus rivales en los dos últimos Mundiales (cuatro, pero dos dentro del periodo de la demanda) y escalar a otras conversaciones dentro del feminismo y los derechos de las mujeres. 

Ese poderío se tradujo en convertirse en estrellas mediáticas y en millones de dólares, así como en mejoras dentro de sus contratos colectivos (gracias a su sindicato), en ganar más libertad por el manejo de sus licencias de marca, en echar a andar negocios propios, en la venta de playeras con mensajes de protesta, muñecas cabezonas, tenis, etcétera.

Sin embargo, el juez olvidó mencionar un detalle: La selección varonil de EEUU no logró clasificarse al Mundial de Rusia 2018 y que, sin contar los partidos amistosos, de haber ganado los millonarios bonos con ese simple trámite, hubieran sido inalcanzables para las jugadoras, a pesar de que ellas presumen cuatro campeonatos mundiales.

TOMAN FUERZA

El juez Klausner metió en una cuenta aparte otras luchas ejemplares de este conjunto activista y que forman parte de la misma batalla que hoy se debate en tribunales: Un ejemplo es la pelea de Mia Hamm y Julie Foudy, quienes en los 90´s dieron el manotazo en la mesa al no permitir que su selección las demandara por llevar a cabo acciones como la de organizar su propio tour de exhibición a lo largo de EEUU (después de ganar la Copa Mundial de 1999), un evento que aún se lleva a cabo y que genera ingresos a las jugadoras por su logros.

La actual pelea del equipo de futbol femenil de EEUU no acaba, al contrario, toma fuerza igual que el lema de “Igualdad salarial, igualdad salarial”, coreado de manera estruendosa por las jugadoras y el público que presenció la final del Mundial en Francia 2019 ante Países Bajos y que ha empoderado otras voces en distintos estadios a nivel mundial (incluido el Estado Olímpico Universitario de la CDMX el 14 de marzo pasado). 

Ese grito, junto con el de la imagen de un equipo que no se deja intimidar por la U.S. Soccer desde sus inicios, seguirá en marcha de aquí en adelante y durante el juicio por discriminación en sus condiciones de trabajo como los viajes, el alojamiento y la atención médica y que quedó pendiente para el 16 de junio.

“Nunca dejaremos de luchar por la igualdad”, sentenció en Twitter Rapinoe. Finalmente, eso es lo único que nadie les puede robar.

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