Uno de cada cuatro en EU, en peligro de no poder alimentarse

Uno de cada cuatro estadounidenses, en peligro de no poder alimentarse
Foto: AP

Antes de la pandemia, dicen los expertos en política alimentaria, aproximadamente uno de cada ocho y hasta nueve estadounidenses luchaban por alimentarse. Ahora, temen que uno de cada cuatro se una a las filas de los hambrientos, dijo Giridhar Mallya, oficial superior de políticas de la Fundación Robert Wood Johnson para la salud pública.

Los inmigrantes, los latinos, los afroamericanos, los nativos americanos, los hogares con niños pequeños y los trabajadores recién desempleados se encuentran entre los que están en mayor riesgo, dijo Joelle Johnson, asociada principal de políticas del Centro para la Ciencia en el Interés Público.

“Para empezar, son más vulnerables y esta situación la ha exacerbado”, lamentó.

Familias dependen de bancos de alimento

Cuando la economía global paró, Roberto, un cocinero, y Janeth, que mantenía los vasos de agua llenos en un restaurante en Washington D.C., gastaron 450 dólares para tener con qué alimentarse. 

Unas semanas después, únicamente tienen dos bolsas de arroz, una variedad de fideos ramen, una bolsa de pasta a medio comer, dos cajas de mezcla de pan de maíz, cuatro cajas de pasas y latas de frijoles, piña, atún, maíz y sopa.

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Janeth y Roberto han tenido que omitir comidas para mantener alimentada a su hija de 5 años. Últimamente, ellos solo desayunan café y algunas galletas saladas.

La niña, Allison, come un cereal proporcionado por un banco de alimentos. 

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“¿Dónde podremos conseguir suficiente comida?”, pregunta Janeth. “¿Cómo podremos pagar nuestras cuentas?”, dice preocupada.

Comienza a ser común que Roberto y Allison sean los primeros de la fila afuera de una despensa de alimentos en la capital del país. Junto a ellos, un joven afroamericano recién desempleado busca ayuda por primera vez. 

Luego, mientras cargan gasolina para llevarle comida a las hermanas de Janeth, la pareja cuenta cuánto efectivo le queda. Únicamente tienen 110 dólares.

Ese dinero es para la gasolina, porque viviendo a las afueras de la ciudad no hay forma de llegar a los bancos de alimento sin un automóvil. 

En el camino para ir con las hermanas de Janeth en Baltimore, le dan a Allison un pequeño recipiente con puré de manzana. La niña lame hasta el último trozo.

“¿Más?”, pregunta esperanzada e inclinando el contenedor hacia su madre. “No más”, le responde Janeth.

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