César Andrade: El futbolista que perdió una pierna y fue capaz de levantarse

César Andrade, con el Atlas en 1999. (Foto: Mexsport).
• A los 21 años, el entonces jugador del Atlas que había sido novato del año, sufrió un accidente automovilístico que terminó con su carrera y casi con su vida... Mucho tiempo después logró encauzar nuevamente el camino: concluyó su licenciatura, es Director Técnico, da conferencias y escribió un libro.

La madrugada del 10 de noviembre de 1999, la vida de César Andrade cambió para siempre.

Aquel año, el mediocampista había ganado el premio a novato de la temporada, y disputó la final del Torneo de Verano que el Atlas perdió en penaltis ante el Toluca. 

Su historia en el futbol apenas empezaba, tenía 21 años. 

El originario de San José Iturbide, Guanajuato, abandonó su pueblo y los estudios para ir a Guadalajara a hacer una prueba, fue seleccionado y un año más tarde estaba debutando en Primera División de la mano de Ricardo Antonio La Volpe.

Era aquel Atlas de Cabuto, Márquez, Zepeda, Osorno, Estrada, Méndez, Castillo, Lavallén y compañía. 

César celebra un gol; Zepeda y Castillo lo acompañan.

Era también el Atlas de Andrade, un chamaco descarado, habilidoso, con gran pegada de pierna zurda, que ya sumaba algunos golazos en el máximo circuito.

Aquella velada que se prolongó, César salió a un bar acompañado de Javier Amador, otro canterano rojinegro, y según se supo tiempo después, tomó algunos tragos de más, pues estaba molesto porque en el partido más reciente de los Zorros sólo participó dos minutos.

Al término del festejo, el auto conducido por Andrade se estrelló contra la barra de contención del Periférico en Zapopan, Jalisco, la cual entró por la ventanilla de un costado y salió por el otro, prácticamente destrozando la pierna derecha del futbolista y causando diversas lesiones a su acompañante.

Seis días después y tras estar en dos hospitales, los doctores le notificaron a la familia del zurdo que debían amputarle una de sus extremidades para no poner en riesgo su vida. Estaba en estado de coma.

En la Final ante Toluca, forcejea con David Rangel. (Foto: Mexsport).

“Es muy duro, es muy duro”, relató limpiándose las lágrimas Ricardo La Volpe, luego de una visita al inmueble en donde estaba internado su jugador.

Uno de los 10 hermanos de César fue el encargado de darle la noticia cuando despertó, y su primera pregunta fue “¿voy a volver a caminar?”… Lo hizo, con una prótesis. Pero el futbol terminó para él; a menos su faceta de jugador.

“La culpa fue mía; no fue ni fama ni el glamour, simplemente fue un rato. ¿Por qué no la asimilé bien? (la fama), no sé, eso fue algo que simplemente sucedió. El error lo cometí porque combiné el alcohol con un volante, con la velocidad, con cualquier sentimiento que hubiera de por medio, y pasó el accidente…

“Fue mi culpa, fue un error que he pagado con creces y ha sido bien pagado. Yo creo que también el destino juega su parte, a lo mejor yo reté al destino porque estaba muy mal… Entonces, la verdad es que no me queda más que agradecer todo lo que ha pasado en mi vida”, dijo años más tarde en una entrevista.

César no recuerda cómo fue el accidente. Por su parte, Amador no perdió ninguna extremidad, pero también quedó impedido para practicar el balompié.

Así luce hoy en día el exfutbolista.

Andrade se refugió en su familia; su madre trató de darle consuelo bajo el argumento de que “Dios sabe por qué hace las cosas”, pero el entonces joven llegó a pensar incluso en el suicidio.

“Tal vez fueron críticos los primeros siete años, donde fue un despertar todos los días y esperar que mi pierna hubiera aparecido para irme a entrenar”…

Con el paso del tiempo, César logró encauzar nuevamente su vida: terminó la carrera de administración de empresas, hizo el curso de director técnico, empezó a dar conferencias para generar conciencia sobre la mala combinación alcohol-volante, y escribió un libro: ‘El partido más difícil de mi vida’.

Se distanció una década de Javier Amador hasta que se reencontraron y trataron de dejar atrás los rencores y reproches mutuos.

A casi 22 años de aquella madrugada que le cambió la vida para siempre, César Andrade cuenta 42 primaveras, y ve a la distancia la mayor lección de su vida. Hoy, está de pie.

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