La falta de material médico sí mata: los testimonios de familiares de contagiados de COVID-19 en el Hospital No. 72

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Por: Ana Lucía Hernández

La crisis en el Hospital No. 72 de Tlalnepantla, Estado de México, estalló a principios de marzo. La pandemia por el COVID-19 agarró al personal médico de la peor manera: desprevenido, sin material, sin protocolos, abandonado.

El brote hospitalario, que en un inicio minimizó el Director General del IMSS, Zoé Robledo, ha tenido consecuencias que el mismo personal tacha de criminales. No solo han resultado infectadas 44 personas, entre médicos, residentes y enfermeras. La otra cara de la moneda es más cruel: pacientes que llegaron a urgencias, los mezclaron con población contagiada y ahora se debaten entre la vida y la muerte, aislados y completamente solos.

“Mi hijo llegó con un catéter perforado, lo pasaron al área COVID y murió”.

Daniel Irigoyen llevaba 10 días esperando que le permitieran volver a ver a su hijo. La última vez que estuvo con él fue el viernes tres de abril, el día que lo bajaron al segundo piso. A la zona COVID.

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Nunca le hicieron la prueba, sin embargo, lo consideraron caso sospechoso. Desde entonces dejaron de atender el problema por el que llegó a urgencias: perforación de catéter para hemodiálisis.

Daniel asegura que va a demandar al IMSS por negligencia. Tiene rabia: “Mi hijo entró por una cosa y me lo mataron”, asegura.

Internó a su hijo de 31 años a principios de marzo. Estuvo en el quinto piso de medicina interna. El procedimiento para cambiar el catéter era aparentemente fácil, pero se pospuso varias veces porque no había quirófanos disponibles. Diez días después, lo programaron.

“Como a las seis de la mañana me lo iban a pasar para retirarle su catéter y resulta que empieza con tos, mi hijo, y le posponen la cirugía. Me dijeron que lo iban a aislar porque tenía sus defensas bajas y había otros pacientes que traían una infección y no se las habían detectado. Ahí en su misma cama lo aislaron, cerrando las cortinas y poniendo las batas afuera”, detalló Daniel.

Tres días después comenzaron a aislar a todos los pacientes del quinto piso. “Dejaron a una sola enfermera, con equipo, que era la que atendía. Empezaron a dar de alta voluntaria y empezaron a dejar vacío el ala, la zona donde estaba mi hijo”, relata Daniel en entrevista para LatinUs.

Aparecieron las fiebres de más de 39 grados. El viernes tres de abril lo bajaron al segundo piso. Ese día le avisaron a Daniel que las visitas estaban suspendidas.

“Le pedí de favor a una de las enfermeras que me localizara a mi hijo porque no tenía ni el número de cama. Me dicen que está aislado y que los informes se van a dar vía telefónica o en la planta baja”, dijo Daniel.

Desde que estuvo en el segundo piso no le hicieron hemodiálisis, nunca le retiraron el catéter perforado.

“Se basaron ellos a arreglar lo de su respiración, su oxigenación. Yo llegué a decirles que si me daban permiso de sacarlo y llevarlo a una clínica para que lo hemodializaran y me dijeron: No, ahorita no podemos hacer movimientos, no hay altas voluntarias”, agregó.

El hijo de Daniel tenía problemas renales desde los 16 años, su hermana le donó un riñón que rechazó tres años y medio después. Estuvo un mes internado, con el catéter perforado y con un diagnóstico no comprobado de COVID-19.

Murió hoy, lunes 13 de abril, al mediodía.

“Sólo Dios sabe por qué hace las cosas, pero no se vale que sean así”.

Enriqueta cumplirá 70 años el próximo 23 de abril. Presume que la edad no se le nota y que tiene la fuerza suficiente para cuidar a su esposo. Ella también espera informes en la reja del Hospital No. 72 de Tlalnepantla.

Llegaron a urgencias el 22 de marzo, una doctora le explicó que su marido tenía el colón contraído y debían operarlo cuanto antes. El 27 de marzo entró al quirófano. Durante la recuperación estuvo internado en el sexto piso.

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Enriqueta se preocupó cuando vio que había menos personal de lo habitual: “Voy y le digo: Doctora, ¿por qué anda usté sola, nomás?. Es que mis demás compañeros están contagiados, ya el IMSS los mandó de incapacidad, a los doctores y a las enfermeras, y soy la única que ando ahorita en este piso”, cuenta Enriqueta en entrevista para LatinUs.,

Su esposo comenzó a decaer, todo el avance tras la cirugía se perdió. Aún así, intentaron darlo de alta. “A mí me lo iba a entregar el doctor el día seis y yo no firmé la salida, ¿por qué?, porque mi esposo ya se sentía débil, calentura y falta de aire. Yo así no me lo llevo, no camina, cómo quiere que me lo lleve así”, agregó.

No tardaron en confirmarle que su esposo tenía neumonía. “Ya estaba más malo, ya puro dormido y abría sus ojitos y los volvía a cerrar y así todo agitado”, asegura Enriqueta. Tres días después lo bajaron al segundo piso, con los casos sospechosos y confirmados de COVID-19. Desde entonces no recibe visitas, lo reportan delicado pero estable.

Enriqueta no tiene síntomas. Para ir al hospital trata de protegerse con lo que tiene a la mano, no puede correr riesgos: cuida a su mamá de 90 años. Dice que si por alguna razón resultara contagiada, no permitiría que sus hijas la llevaran al IMSS: “Yo no quiero estar en esa institución, así me esté muriendo… prefiero morirme en mi casa, ¿para qué, pa´que me maten?, porque eso es lo que están haciendo, matando a la gente, señaló.

De acuerdo con los testimonios que presentamos en LatinUs la semana pasada, en el Hospital No. 72 hubo un abanico de negligencias: personal médico sin material de protección y errores en el manejo de pacientes infectados que terminaron en piso, entre pacientes que no tenían ningún problema respiratorio. Médicos que nos dieron su testimonio consideran que así comenzó el brote hospitalario.

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