Orbelín Pineda es un futbolista al que le brota el talento, pero su carrera ha estado extraviada por periodos muy largos que le han impedido convertirse en una figura del futbol mexicano, y por ende, en un pilar de la Selección nacional.
Es crack y guerrero. El mediocampista del Cruz Azul posee condiciones poco comunes en el futbol, pues además del sacrificio que tiene en la recuperación del balón, es un virtuoso al momento de proyectarse al ataque.
El originario de Coyuca de Catalán, Guerrero, vivió su momento más alto como futbolista en 2017, cuando el Guadalajara obtuvo su título de Liga más reciente, al grado de que parecía obligada su convocatoria al Tricolor.
Y el llamado llegó, pero no para asistir con el combinado que iría a la Copa Confederaciones a un año del Mundial de Rusia 2018, si no con la Selección B que fue a la Copa Oro.
El resultado de aquel Tri es de sobra conocido: sonoro fracaso al quedar eliminado en semifinales a manos de Jamaica. Orbelín fue parte de ese equipo y su actuación, como la de la mayoría de los jugadores, fue de discreta a mala.
Después vinieron los altibajos, las Chivas arrastraron el prestigio tras ganar el campeonato, y varios de sus futbolistas acusaron una baja de juego alarmante. Uno de ellos, Pineda.
Hasta que de forma inesperada se dio su salida del Rebaño Sagrado para recalar en Cruz Azul, en donde su historia no ha sido distinta. Un sube y baja.
En el presente Clausura 2020, de nuevo Orbelín se muestra como ese futbolista que marca la diferencia y sus virtudes son expuestas en todo su esplendor. Es el motor de La Máquina que, una vez más hace soñar a su golpeada afición.
Pineda cumplirá apenas 24 años este mes, más allá de su recorrido entre Querétaro, Chivas, Cruz Azul y Selección Nacional. Juega, corre, recupera, piensa y hasta hace goles, sí, pero resulta imperante que no se extravíe por periodos tan prolongados.
