Roberto Baggio: Un futbolista para enmarcar

Roberto Baggio fue un futbolista lleno de clase. (Foto: Shutterstock).
• El histórico ‘Il Divino’ cumple 53 años este 18 de febrero, y lo recordamos como el virtuoso que fue, el menos italiano de los italianos, el que nunca tuvo el músculo como estandarte, pues prefería el arte sobre la fuerza.

El periodista italiano, Vittorio Oreggia, definió a Roberto Baggio en dos frases.

Una: “Baggio no debe ser entendido, debe ser amado”. 

Dos: “Baggio es poesía, y uno no intenta entender la poesía, si no que trata de apreciarla. Como cualquier otra estrella, Baggio es amado pero también es controvertido. 

“Marca un gol y, al contrario que otros jugadores que enseguida corren hacia la grada señalándose la camiseta, él va de regreso al centro del campo. Está tan seguro de su éxito que no intenta hacer de ello un momento de gran emoción”.

Sexto de ocho hermanos, Roberto nació y creció en la pequeña población rural de Caldogno, un asentamiento feudal del Véneto, pueblo de solera rodeado de campos, pero que también posee una faceta sofisticada y un trasfondo histórico-cultural considerable.

“Fue uno de los últimos grandes iconos del balón en cultivar un futbol silvestre, sin escuela, un futbol de calle sin más ley que el numen creador del niño. Pero al mismo tiempo era un futbol no exento de elegancia, consciente de la necesidad de embellecer su propio estilo con un innato sentido de la elaboración. 

“Baggio pertenece a una especie casi extinta, la del futbolista que convertía las canchas en su patio de recreo particular, practicando un futbol anárquico que no entendía de disciplinas”, resume un artículo titulado ‘Los renglones torcidos de Roberto Baggio’.

Dos históricos: Baggio con el balón, mientras Paolo Maldini lo sigue, en un Brescia-Milan.

EL ORIGEN

La mayor motivación que tenía cuando iba a la escuela era la hora de la salida. En cuanto terminaban las clases buscaba calle por calle hasta encontrar a otros chicos jugando futbol.

Entre gambetas y goles se mantenía atento a los avisos que lo alertaban sobre la cercanía de su padre, y de inmediato corría a esconderse en los arbustos, o se subía a los árboles para que no lo encontrara. 

Le resultaba imposible tener que volver a casa y dejar a medias un encuentro callejero; por ende, prefería el regaño posterior.

A los nueve años empezó a jugar en las ligas infantiles de la región, en el equipo del pueblo, y se convirtió en una atracción para el escaso público local, hasta que a los 15 años lo fichó el Vicenza, donde debutó como profesional.

De inicios humildes, Baggio tuvo que lidiar desde muy joven con las lesiones. La rodilla le puso freno en varias ocasiones; sin embargo, su carácter guerrero le impidió rendirse. 

La Fiorentina fue su siguiente parada y el club le tuvo paciencia, pese a una severa lesión. Esta espera encontró su recompensa. Roberto se convirtió en ídolo de los aficionados del conjunto de Florencia.

ITALIANO ATÍPICO

Era el menos italiano de los futbolistas que jugaban en el Calcio. Nunca tuvo el músculo como estandarte, pues prefería el arte sobre la fuerza. 

Baggio fue un futbolista atípico. Su aspecto le diferenciaba del resto y su talento le apartaba de lo mundano

Poseía una fantástica serenidad que lo convertía en clarividente y así se adueñaba del espacio; así se adueñaba del juego.

En una Italia Tricampeona en el Mundial de España 1982, el talento se importaba hasta que en puertas de la Copa del Mundo de 1990 que se jugaba en casa, surgió Roberto Baggio, quien fue la mayor aparición del calcio en tres décadas, desde los míticos Gianni Rivera, Sandro Mazzola y Luigi Riva.

Jorge Valdano definió a Baggio como “un jugador contracultural”. ‘Il codino’ (apelativo que hizo célebre por una coleta al viento tan elegante como su futbol) impuso su magia en un entorno salvaje y se quedó a las puertas de la gloria en Estados Unidos 1994. 

Sin embargo, el último penalti fallado en la final ante Brasil le negó la gloria tras un torneo majestuoso en el que a Arrigo Sacchi, el creador del mejor Milan de la historia, hizo gala del ‘catenaccio’ en menosprecio del genio que portaba el ‘10’ de la ‘Squadra Azzurra’.

“Roberto Baggio miraba desde fuera la vulgaridad del juego de su equipo. Una auténtica aberración. Cuando a un equipo le sobra el mejor jugador, a ese entrenador le ocurre algo. Lo que le ocurre es que no le interesa el juego”, dijo Valdano en su momento.

Regate, cambio de ritmo, visión, gol, arte y belleza, ‘Il Divino’ reunía todas esas características que lo hacían patrimonio de los italianos.

En el Calcio militó en siete clubes: Vicenza, Fiorentina, Juventus, Milan, Bolonia, Inter y Brescia, incluidos los tres grandes, y siempre venerado y reconocido como rival.

Baggio fue un fantasista en el reino del catenaccio. Su amigo Pep Guardiola, con quien coincidió en el Brescia, opinó que los italianos deberían hacerle “un monumento” para enseñar lo que representa para el futbol.

Fue enemigo del ‘catenaccio’ y defensor de procurar el talento por encima de sistemas y estrategias. Estas posturas le generaron múltiples conflictos con varios directores técnicos.

A Roberto lo caracterizó siempre una coleta que le valió el apodo de ‘Il Codino’.

OTRA PASIÓN

Baggio practicaba el budismo, detestaba la rigidez de los entrenadores y no le gustaba recibir órdenes.

La cacería es otra de sus pasiones, salir al otro campo con una escopeta y buscar a su presa, situación que le valió críticas, a las que eludió con la siguiente sentencia. 

“La caza forma parte del ciclo de la vida. Vida, muerte; vida, muerte. La muerte es parte de la vida”.

En 1993 se consagró como el mejor jugador del planeta al ganar el Balón de Oro, y fue en la Juventus donde alcanzó su plenitud, la cual trasladó a la selección italiana.

Títulos, gloria, decepciones, pleitos, polémicas, pero sobre todo un virtuosismo a prueba de todo, marcaron la carrera de Roberto Baggio… Un futbolista para enmarcar. 

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