“Rencor Tatuado”: ¿cine noir, o sólo sin claridad?


Por: Félix Cortés

“Rencor Tatuado”, la cinta más reciente del mexicano Julián Hernández, lo tiene todo para ser una gran película. Aborda una temática que, tristemente, es hoy más actual que nunca: la violencia contra las mujeres en nuestra sociedad. Cuenta con actuaciones estupendas (sobresaliendo las de Diana Lein como Aída y César Romero como Marta), un manejo delicado y pulcro de la cámara, una ambientación que reproduce de manera fascinante la Ciudad de México de 1995… Y una historia que cuenta… que cuenta…

Ahí está el detalle.

Rencor Tatuado
Foto: Corazon Films

Es la historia de una misteriosa mujer que busca y seduce a hombres que hayan abusado o violentado a alguna mujer, para drogarlos y tatuarles una marca indeleble en la piel, como recordatorio de su fechoría. Pero también es de una fotógrafa que hace años lo perdió todo en un traumático evento y terminó suicidándose frente a su cámara. Pero también es de un realizador de documentales que investiga la muerte de esta fotógrafa, a la que admira. Pero también es de una mujer trans que sufre las extorsiones y los abusos de la policía. Pero también es de una modista que asegura que el fantasma de la fotógrafa se aparece en su casa. Pero también es de la hija del director de un museo que busca a la misteriosa “vengadora” luego de que su novio la graba desnuda. Pero también es de un misterioso político que usa aplausos grabados en sus actos de campaña. Pero también es de una locutora de radio (Itatí Cantoral) obsesionada con lo sobrenatural y lo erótico. Pero también es de un tipo que dice que puede leer mentes…

Son tantas historias, que las dos horas y media que dura la cinta apenas le alcanzan para rayar la superficie de todas ellas.

Rencor Tatuado
Foto: Corazon Films

Obras corales hay muchas y muy bien logradas; “Magnolia” viene a la mente como una de las mejores. Todas ellas tienen una cohesión estructural que ayuda al espectador a resolver el nudo gordiano de sus múltiples historias. “Rencor Tatuado” carece de esta cohesión: al final, el nudo está más enmarañado que antes. El espectador se queda con la sensación de que le han pasado el cerebro por una licuadora. Lo cual es una lástima, pues no le deja mucha oportunidad para compenetrarse con el tema de la violencia de género: está demasiado ocupado tratando de entender qué historia (o historias) le acaban de contar. En ese sentido, el guión de “Rencor Tatuado” se convierte en su peor enemigo.

Profética la primera escena de la película, en la que el documentalista le dice (parafraseo) a un colega: “si no tienes clara la historia, no me vengas con un guión. El espectador no tiene la culpa.”

Efectivamente.

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