Por: Carlos Dragonné @carlosdragonne
Esta es una de las categorías que están causando escozor en casi cualquier rincón hablando de la poca diversidad que Hollywood mostró en estos premios Oscar. La duda está en si los votos terminarán por darle una especie de redención o si la estatuilla para la Mejor Actriz se queda rubia y blanca.
Por un lado tenemos a Cynthia Erivo con un papel que no vacila para cambiar de un espectro de emoción a otro y con el que nos preguntamos por qué nadie había descubierto el profundo talento de esta mujer. Por el otro está la enorme capacidad camaleónica de Charlize Theron, mimetizada en el personaje de Megyn Kelly para una historia que, además de todo, tiene actualidad en cuanto a temática y que bien puede jugar un papel importante en las razones para votar por ella. Las dos tienen la misma posibilidad de llevarse la estatuilla a Mejor Actriz.
Theron tiene en sus manos una historia más que actual y dolorosamente vigente de contar y que este año ha crecido en cuanto a movimientos sociales y la exigencia para detener a depredadores sexuales como Roger Ailes o Harvey Weinstein. Pero además del tema de caracterización, Theron se mete en la piel de alguien con quien no tiene nada en común y, de hecho, hasta rivaliza.
Erivo tiene la misma cosa jugando a su favor y en contra. Su actuación no tiene desperdicio. Es brillante y casi perfecta en una cinta a la que le falta realmente solidez en los fundamentos narrativos. El problema es que carga con el estigma de ser la única persona de color nominada en los Premios Oscar. Hollywood puede intentar la redención o puede solidificar el discurso de “se premia sin pensar en color o diversidad. Sólo se premia la calidad interpretativa”. Es un arma de dos filos, claro. Habrá que ver de qué lado corta.
